Antonio Molina Guerrero (*)

El Ateneo de Granada Republicana UCAR / El Independiente de Granada

28/10/2021

La memoria es el pilar de la identidad. Somos quienes somos, en parte, porque recordamos los hechos importantes que nos influyeron, nos determinaron, nos empujaron unas veces y nos arrastraron otras hasta llegar a donde estamos, a elegir lo que elegimos y a defender esa elección ante nosotros mismos y ante los demás.

Si creemos lo que escribe Schopenhauer sobre la causalidad, entonces, de volver a estar en las mismas situaciones, volveríamos a elegir las mismas opciones, a cometer los mismos errores y aciertos, a volver a ser nosotros mismos con nuestros defectos y algunas virtudes; porque lo que nos influyó o determinó en su momento, volvería a hacerlo en la misma medida si nada más cambia, con las mismas consecuencias. Y así volveríamos a llegar a ser quienes somos ahora, a partir de lo que fuimos antes y buscando ser mejores en un futuro. Nuestra memoria es también el hilo conductor de nuestro tránsito, de nuestro esfuerzo por progresar y perdurar, de nuestra esperanza por construir entre todos algo mejor.

Lo hemos visto muchas veces ya: hay pocas situaciones que sean tan tristes, dolorosas y desoladoras como que tus seres queridos pierdan la memoria, desvaneciendo su identidad, dejando poco a poco de ser como eran, disolviéndose como un reloj de arena que se vacía hasta convertirse en un frasco trasparente, tangible, apreciado, querido, pero donde ya no queda casi nada de lo que fue… Esa esencia que procuraremos guardar en nuestra memoria porque la suya claudicó. Porque la memoria es el puntal de nuestra identidad, el soporte que relaciona nuestro pasado con nuestro futuro. Porque en cierta manera, nuestra memoria es nuestro espíritu y somos nosotros mismos.

En España tenemos un problema serio con la memoria y se debe, en buena parte, a que tenemos un problema serio con la historia. Se debe a que es difícil reivindicar a los héroes y los inocentes asesinados en la tapia de un cementerio sin que sus verdugos se avergüencen, si les queda algo de humanidad, o muestren al mundo que no la tienen. En cualquier caso, su situación en ambas opciones es desagradable y expuesta ante la opinión pública. Así que es algo que tratarán de evitar por todos los medios.

Sigamos con el futuro y la manera de conquistarlo:

Maslow estableció una pirámide de necesidades y objetivos vitales a satisfacer que es muy interesante, y que pone en su base los elementos necesarios de pura supervivencia. Si la simple supervivencia física no está garantizada, todos los recursos accesibles se dedicarán a lograrlo, y sólo después de hacerlo nos plantearemos subir por la escala de las motivaciones hasta la cúspide. Desde arriba se puede renunciar a algunas de las necesidades más básicas por un ideal, pero después de haberlas conquistado. Antes es mucho más complicado.

La mayoría de la población tiene como objetivo fundamental sobrevivir, transmitir algo que consiga a alguien a quien ame y que le dejen en paz. Bastante dura es ya una parte de la existencia sin necesidad de más problemas. Así que los más interesados en que todo siga igual fomentarán por tierra, mar y aire un mensaje de caos, riesgo, incertidumbre, dolor, sacrificio y sufrimiento. De “vale más el mal menor” aunque este sea inimputable, evada impuestos y cobre comisiones con ambas manos; aunque se trate de un ejemplar parasitario de una familia de vividores protegida por un círculo cortesano de comisionistas. Lo vemos continuamente y no necesitamos más pistas.

Y en este punto crítico, es donde los defensores de un statu quo de estamentos nobiliarios van a esforzarse por asociar de forma intensa al movimiento memorialista con el movimiento democrático que impulsa la Tercera República. Es imposible construir una República sin un amplio movimiento popular que la respalde. Y es imposible construir un movimiento popular amplio que se base sólo en ejemplos derrotados.

Debemos apoyar con todas nuestras fuerzas los trabajos de las organizaciones memorialistas por lo que hacen para honrar a todos los que defendieron la justicia y la democracia en el siglo pasado. Se merecen toda nuestra admiración y reconocimiento. Pero debemos recordar que ese apoyo es independiente del trabajo por promover y fomentar a muchos más defensores de la justicia y de la solidaridad este siglo. A largo plazo, nadie querría estar en el lado perdedor por mucha razón que tenga. No se puede construir un movimiento masivo únicamente sobre figuras admirables de mártires que tenían razón y fueron derrotados. No hay un solo movimiento social en la historia que lo haya conseguido. O buscamos modelos de éxito y orgullo que presentar, o el desgaste de la realidad actual será suficiente para laminar las iniciativas democráticas.

El movimiento republicano debe basarse en un ideal de futuro, de lo que se quiere conseguir. Debe promover un ideal de Estado cuyas instituciones (y su funcionamiento) den lugar a sentir orgullo de pertenencia por muchas razones diferentes (sólo unas pocas no serían suficientes para vencer la inercia de la costumbre, o la presión de un poder ya establecido).

Debemos plantear una República que sea una potencia de investigación y desarrollo de tecnología de vanguardia. Que sea una potencia científica, y por ello, una potencia tecnológica: el conocimiento es el único bien que puede crecer exponencialmente con independencia de los límites en los recursos. Que sea un referente sanitario y un referente educativo, como ya lo fue otra República anterior con un desarrollo extraordinario de la educación pública. Y que fomente el bienestar de muchos por encima de los privilegios de unos cuantos, ya que cuanto mejores sean las condiciones básicas de vida para todos, más interés tendremos en pensar más, en buscar más objetivos que perseguir y realizar.

En espacios de opinión como este Ateneo de Granada Republicana UCAR, los compañeros del movimiento republicano han propuesto sistemas y planteamientos que mejorarían notablemente la vida de la mayoría de la población. Debemos estudiarlos e integrarlos para promoverlos con sus ventajas. Y debemos pensar en mecanismos que protejan esas condiciones para que un grupito de corruptos que quiera desmontarlas por una comisión suiza no pueda lograrlo.

Los más interesados en que todo siga como hasta ahora (porque a ellos les ha ido bastante bien) nos dirán que esos caminos ya se intentaron y fracasaron. Y entonces les preguntaremos por todas las veces que ellos mismos intentaron caminar y cayeron, o tropezaron, o les empujaron… Y si eso impidió que volvieran a ponerse en pie otra vez. Si utilizaron su memoria del fracaso y del objetivo para reflexionar, cambiar algo y volver a intentarlo hasta lograrlo. Y sabemos que sí, que lo volveremos a intentar siempre porque nunca olvidaremos nuestros valores, nuestros objetivos y nuestros errores.

La memoria es el pilar de la identidad. Constituye lo que somos y guía a nuestra voluntad hacia lo que queremos ser. Es un largo camino a recorrer desde la situación actual, pero cada nuevo intento será mejor que el anterior y expandirá nuestro horizonte democrático. Se añadirá a la memoria que conformamos entre todos y servirá de nuevo punto de apoyo para sucesivos impulsos democráticos. Y en cada uno de ellos mejoraremos. Merecerá la pena.

(*) Antonio Molina Guerrero es psicólogo, técnico en prevención de riesgos laborales y vocal de la Ejecutiva de la asociación Granada Republicana UCAR.

http://www.elindependientedegranada.es/politica/memoria-futuro

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