Antonio Gala

El Mundo

22/12/2009

Nunca me satisfizo la Transición, de la que los opinantes extranjeros no sabían de la misa la media. Fue un pacto a medios pelos entre enemigos asustados. Hubo en ella demasiado teatro, que debía ser representado por los actores para los que fue escrito. (Contra mi vida se atentó tres veces.) Las reposiciones no son buenas y los directores sucesivos, tampoco. El empresario del local no se lleva bien con el de compañía; y el público se ha vuelto exigente en esa especie de Tenorio anual. Lo que valió en el preestreno no vale ya. Lo del recíproco perdón no cuela, desde que se repusieron las ofensas. Mejoraron decorado y espectadores, pero dio un bajón la comedia y el argumento no funciona ya, desde que se meten morcillas. Aquello fue una falsa luna de miel con demasiadas fases. Habría que improvisar. Aquel teatro ya no se lleva. Ahora el público exige más. Entonces salvó el culo demasiada gente. Y ahora, la misma, quiere seguir salvando demasiadas cosas. Ha caído el telón. Hoy todo sucede en la cazuela, los palcos, la platea… Nos es ajeno el escenario.

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