
Rafael Torres
Xornal de Galicia
20/09/2010
Lo que en cualquier otro hubiera sido una “boutade”, no lo fue en labios de José Antonio Labordeta, una persona tan noble, tan buena, que, pese a su temperamento libertario, prefería la existencia de un Estado, bien que servicial y exquisitamente respetuoso con el individuo, a la de, en el caso de España, 45 millones de ellos, cual pretende la frivolidad anarquista. Un estado amparador del débil (los fuertes, los ricos, no necesitan Estado para nada), auspiciador de la felicidad y garante de la libertad y la convivencia, como mal menor, muy menor, para el ciudadano. Para alguien de corazón grande y mente despejada como Labordeta, cuya marcha de este mundo tanto apena, rabiosa libertad y templada República eran perfectamente conciliables, y por eso se sabía y se sentía anarcorepublicano, suceso tanto más admirable en unos tiempos en que muchos de los que se autotitulan ácratas suelen ser reaccionarios de derechas, cuando no nostálgicos del franquismo directamente.
Descanse y goce Labordeta con la entera posesión, ya sí, de su utopía.
* Chiste del genial Carlos Azagra, alumno de José Antonio Labordeta en sus tiempos de profesor de instituto.
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