La noticia del miércoles no fue que Julio Anguita viniera a Granada, ni que los “anguitistas” fueran a oírlo. La noticia es que no cabía un alma en el Aula Magna de Ciencias y la noticia es que el noventa por ciento de los allí congregados eran jóvenes universitarios con carpeta y mochila que andarían en tacataca por los tiempos de la “Convocatoria por Andalucía” y de “en junio, Julio”. Y, sin embargo, en las ediciones de ayer jueves, ni Ideal, ni Granada Hoy daban cuenta de los detalles de esa visita. La Opinión fue el único periódico de Granada que dio la noticia en su justa magnitud. En páginas interiores aparecía una fotografía de la presidencia del acto y, en última página, en El portal de Belén Lezama, un amplio comentario sobre el contenido de la conferencia y una curiosa fotografía de Charo Valenzuela en la que se ve al doctor García Puche apoyado en el brazo de Julio Anguita. La fotografía me llamó mucho la atención y, con el permiso de Belén Lezama, la tomo como pretexto de este artículo.
Curioso esto porque, si hubiera que resumir todo lo que dijo Julio Anguita en su conferencia, bastaría con una idea: que república no es la elección parlamentaria o directa del jefe del estado. República es la abolición del vasallaje, esto es, la desaparición de nobleza, clero y vasallos, y su sustitución por un sujeto único, el ciudadano nacido libre e igual, el que tiene derecho a tener derechos. Es por eso por lo que un republicano coherente no es el que se presenta a sí mismo como alternativa a la jefatura del estado (“Me gusta la república siempre que la presida yo” -dicen las malas lenguas que dijo un político muy conocido), sino el que comprende el enorme salto histórico de la independencia norteamericana y la revolución francesa. Este republicano genuino no sólo no aceptará jamás ser vasallo, sino que nunca admitirá tener cortesanos. Fue George Washington quien se negó a ser coronado por los insurgentes americanos y quien se empeñó en el título de presidente de los Estados Unidos. Salvando todas las distancias históricas, a Julio Anguita no se le conoce todavía un solo camarlengo. “Anguitistas” sí que hay muchos. El miércoles, sin exagerar, saludé a quince. Pero, tranquilos, estoy seguro de que el propio Julio corregiría de manera educada pero tajante a quien se presentara ante él como “anguitista”. Esa es su dimensión histórica.
Comentarios recientes