Isaac Rosa

28/06/2012
No insistan en darle ese toque vintage a todas sus fotos, olvídense de esos
retratos que parecen arrancados del álbum de novios de nuestros padres, con
colorido setentero y marco tipo Polaroid: Instagram ya pasó a la historia, ya no
se lleva. La próxima sensación para fotos con el móvil es una aplicación que
pienso comercializar de inmediato: Daguerromatic, con filtros para dar a tus
imágenes un aire no ya vintage sino de anticuario; que en vez de salidas del
álbum familiar parezcan encontradas en el desván de los abuelos. Como auténticos
daguerrotipos del XIX.
Daguerromatic es mucho más acorde a los nuevos viejos tiempos que estamos
viviendo, que imponen otro tipo de revivals. Está comprobado que todos los años
toca volver a los sesenta; no hay año en que la industria publicitaria, los
diseñadores o la crítica musical perdonen el recurrente y comercial “Vuelven los
sesenta” (pues desde los sesenta no hemos hecho otra cosa que volver una y otra
vez a aquella inagotable edad de oro). Pero esta temporada el lema debería ser
otro: “Vuelven los sesenta, pero del XIX”.
Con esta fabulosa aplicación fotográfica lucirán mucho mejor las estampas
populares de esta España en crisis, a la que sientan estupendamente el tono
grisáceo o sepia de los viejos daguerrotipos y la expresión asustada de los
primeros retratados (obligados a permanecer inmóviles durante largos tiempos de
exposición). Esas filas de parados ante la oficina de empleo, esas cola de
ciudadanos en los comedores sociales, esas familias desahuciadas de sus casas
con lo puesto, no me dirán que no pasarían por originales del XIX si las
retratásemos con Daguerromatic.
Ya lo advirtieron los sindicatos y los economistas heterodoxos tras la última
reforma laboral: hemos vuelto al siglo XIX, hemos retrocedido más de un siglo en
derechos sociales, entregando todo el poder al patrón, dejando en sus manos la
modificación de las condiciones laborales y desactivando la fuerza colectiva al
devaluar los convenios. Si a ello le sumamos el creciente ejército de reserva
formado ya por cerca de seis millones de parados, que consigue ese efecto tan
XIX de abaratar la mano de obra y obligar a los trabajadores a aceptar lo que
les echen, el viaje al pasado es total.
Incluyan en ese álbum de tonos sepia a los mineros asturianos, que en esta
sociedad que se dice hipertecnologizada parecen escapados de una novela de Zola,
y a los que quieren condenar al museo como una reliquia. No dejen fuera a ese
rey cazando elefantes y viajando por el mundo con su amiga, en la mejor
tradición de sus antepasados coronados. Retraten también a ese juez de misa
diaria dándose la gran vida en hoteles y restaurantes de lujo; e incluso a los
dos grandes partidos turnistas guisándose y comiéndose ellos solos la reforma de
la Constitución o los recortes y reformas a espaldas de los ciudadanos.
Si además sacamos unas fotos de cualquiera de esos “Compro oro” que extienden
la usura por los barrios, ya tenemos una España de daguerrotipo a poco que le
quitemos el color, la desenfoquemos un poco y le demos textura de papel
viejo.
Eso que llaman crisis ha puesto en marcha el reloj de la historia, pero hacia
atrás, y ahí vamos, desbocados hacia el XIX. Subidos a la máquina del tiempo ya
hemos cruzado de vuelta los neoliberales años noventa y ochenta, hemos saltado
sobre los contraculturales setenta y los felices sesenta, nos hemos cepillado
sin miramientos el contrato social europeo de la posguerra que resultó en el
Estado de Bienestar, hemos pasado de puntillas sobre las guerras para no
despertar a la bestia, nos hemos asomado a la crisis del 29 a la que en algún momento
creímos parecernos, y ya tenemos a la vista el XIX, en todo su esplendor de
miseria, explotación y democracia más formal que real. Y esperen que nos
detengamos allí, no sea que sigamos retrocediendo y en vez de daguerrotipos
tengamos que recurrir al Photoshop para darle un efecto óleo a la realidad, así
como de pinturas negras de Goya.
La revolución de 1868

El reloj social está atrasando a lo loco y deberíamos ser
conscientes de lo que va a costar darle cuerda y ponerlo en hora otra vez. Si
dejamos que atrase décadas, puede costarnos el mismo tiempo volver a ponerlo en
fecha.
Por cierto: si de verdad vuelven los sesenta, pero del XIX, hay que recordar
que en aquella década España vivió una de las peores crisis financieras de su
historia, causada por la burbuja del ferrocarril (que era el ladrillo de
entonces), que provocó la quiebra de la mitad de los bancos, endeudó al Estado,
y supuso el tiro de gracia para un régimen político moribundo que fue barrido
por la revolución de 1868. ¿Paralelismos históricos? Si se empeñan en que
volvamos al XIX, que sea con todas las consecuencias.
* Fotografía de Asís G. Ayerbe (revista Qué Leer, enero de 2012).
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