Felipe Alcaraz Masats

Andaluces Diario

28/05/2013

Nos están situando en la rampa de lanzamiento de la segunda Transición. La primera, la modélica, con el tejerazo incorporado a partir de 1981, parece que agoniza. Al final, y hablo de la estructura profunda, se puede resumir el sentido de la primera hablando de dos hebras en ese trenzado histórico: el neofranquismo que negoció la Transición y, desde luego, sacó tajada, y ese turbocapitalismo que se inició a finales de los 70 por Reagan y Thatcher, y que en España se incorporó en nombre de la izquierda sensata, de la modernidad y de Europa.

Los actores de la segunda empiezan a salir a escena, al tiempo que perfilan la cohetería ruidosa del gobierno y la oposición, o sea del bipartidismo, en el seno de la sociedad del simulacro, para que no decaiga el espectáculo mientras cristalizan, tras las cortinas de terciopelo púrpura, los cauces de la nueva época. La argumentación del Rey, apelando a que todos somos remeros, la majestuosidad civil del expresidente que culminó la primera Transición (hay que ayudar a Rajoy aunque no se deje, y con las cosas de comer no se juega), el desperezamiento de los poderes fácticos, empezando por la Iglesia, y las voces incansables del periodismo de estado…Todos se aprestan a lanzar la llamada patriótica.
Y resulta preciso ahora, pienso yo, no perderse en los truenos y relámpagos del inicio de la fiesta. Ojo al manojo, porque las personas y estamentos nombrados, como los cucos, son maestros en dar los gritos en un sitio y poner los huevos en otro. Se trata, en definitiva, si hablamos del fondo de la cuestión pretendida, de salvar a la corona, quizás a través de un proceso largo de abdicación astillada (el Rey parece que ha pedido 5 años y que le solucionen el asunto de la inmunidad); se trata de rescatar al bipartidismo de su desplome, con una ley electoral mayoritaria, eso sí, vendida como estrategia necesaria de acercamiento al pueblo soberano; y se trata de establecer, y estabilizar, nuestros límites y “posibilidades” actuales, una vez hechos los ajustes, recortes y limpiezas étnico-laborales pertinentes, en consonancia con la troika, y vendiendo la moto de que la actual es la única realidad posible y que “eso” es la tan deseada salida de la crisis. Otrosí digo: quizás sea preciso también suturar de modo adecuado (si lo permiten ese ramillete de jueces díscolos, empecinados en la antigualla de la independencia del poder judicial) esa imagen de cleptocracia que se está dando en el seno del saqueo consumado en los últimos años en nombre del crecimiento y la prosperidad.
¿Cómo, por otra parte, solventar la revuelta social de los indignados y la plataforma del escrache y la democracia horizontal y directa? ¿Por qué no se deja de milongas el 15M y se presenta a las elecciones? ¿Por qué no se dedican a votar cada cuatro años y abandonan esa metafísica de la democracia participativa y del poder constituyente de los ciudadanos? ¿Cómo solventar las ansias alternativas, con crecimiento inesperado, de ciertas formaciones que no pertenecían al esquema ortopédico pactado? Se empieza a preguntar ya el poder constituido cerca de la mesa donde se ha de consumar el pacto-parto de la segunda Transición.
Y hay que decirlo: a la vez que arranca esta estrategia el poder constituido, hay otro tren que ha empezado a moverse en sentido contrario y por otras vías (que nadie nos asuste con el choque de trenes). Parece estar claro que mucha gente empieza a elegir entre el poder constituido (como parte del problema) y el poder constituyente (como condición de posibilidad de la solución). Y cada vez, a lo que parece, resulta menos posible elevar el grito gatopardesco de cambiarlo todo para que nada cambie, sobre todo la Constitución del 78. El tren de la renovación, de la democracia real ya, piensa, tal vez, que es la hora de activar el poder constituyente y de un desbordamiento, a través de la participación directa y pacífica, de la democracia representativa. Así han sido casi todos los procesos constituyentes. Que nadie se asuste, pues, porque además son muy interesantes.
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