Hugo Martínez Abarca*

22/10/2013

Yo no estaba contra ETA por las cosas que defendía. Algunas de las que defendió retóricamente me parecían bien (el socialismo, el ecologismo…), otras las rechazaba (defiendo la legalización de las drogas y ETA hizo durante un tiempo objeto de sus atentados a quienes acusaba de trapichear con drogas) y alguna muy principal me da bastante igual (no soy independentista, pero tampoco unionista: en todo caso defiendo que esa cuestión la decidan los vascos, los catalanes, o el pueblo que sea). Todo eso da igual. Tampoco me oponía a ETA por a quién mataba, secuestraba o amenazaba. En la mayoría de los casos no los conocía previamente, pero muchas veces los datos de la víctima eran los propios de personas que están en mis antípodas: cargos públicos del PP, miembros de las Fuerzas Armadas… También eso da igual.

No estábamos contra ETA porque defendiera lo contrario que nosotros. Tampoco porque atentara contra los nuestros.
Estábamos contra ETA porque en su lucha violaba gravemente los derechos humanos de sus enemigos. La razón por la que estábamos contra ETA, la defensa de los derechos humanos (el derecho a la vida, a la libertad, a la libertad de expresión…) es la misma razón por la que nos oponíamos a las violaciones de derechos humanos cometidos desde el Estado. No nos oponíamos a los GAL porque los hubiera puesto en marcha el PSOE ni porque quisiéramos tumbar a Felipe González sino porque defendíamos los derechos humanos y mucho más cuando el que los violaba era el Estado. Nos oponíamos al cierre de periódicos, a las torturas, a la ilegalización del tejido asociativo y de partidos políticos, a los encarcelamientos por delitos políticos… porque por mucho que el supuesto fin (que ETA echara el cierre de una vez) fuera compartido era inaceptable que el Estado violase la libertad de expresión, el derecho a la integridad física, el derecho a la asociación, la libertad política, la presunción de inocencia…
Ese mismo motivo, la defensa de los derechos humanos incluye la seguridad jurídica y que por tanto nadie sea castigado a penas superiores a las previstas cuando cometió los delitos. Este es un principio básico de un Estado de derecho, una de las cosas que diferencia un tribunal de justicia de uno de la Santa Inquisición. En España se ha vulnerado este derecho humano. Se vulneró cuando cumplió su condena De Juana Chaos y se inventó el gobierno y convalidaron los tribunales que dos artículos de opinión en realidad escondían amenazas de muerte tan graves que merecían prolongar su estancia en prisión más de una década. Como no se podía “construir imputaciones” (López Aguilar dixit) para todos los criminales que fueran cumpliendo su condena (y por tanto quedando libres según los elementales principios de una justicia liberal) fueron los tribunales los que construyeron una interpretación de la redención de las penas para detener la excarcelación de quienes habían pasado tanto tiempo en la cárcel (26 años en el caso de Inés del Río) que según la ley tenían que pasar a la calle. Eso fue la doctrina Parot: un intento de mantener en prisión a gente durante más tiempo del previsto cuando cometieron sus crímenes. Es decir: una violación de los principios de la justicia moderna, sometida a la razón, no a las vísceras. Era obvio que un tribunal independiente que antepusiera los derechos humanos a las presiones políticas y sociales tumbaría la retroactividad de normas penales desfavorables. Y eso hizo el Tribunal Europeo de Derechos Humanos.
¿Por qué estábamos contra ETA? Ayer quedó claro que algunos estaban contra ETA porque lo que defendía iba en contra de sus ideas; o porque las víctimas de sus crímenes eran los suyos. La ola de amenazas de muerte que recibieron compañeros como Alberto Garzón por alegrarse de que tumbaran la doctrina Parot evidencia que a una buena parte de este país no le importan las amenazas de muerte y los crímenes sino sólo si los cometen los otros contra los propios. [Cabe recordar, por cierto, que la doctrina Parot no evitaba una impunidad que no se da en ninguno de estos casos: la gente que saldrá a la calle lleva más de 20 años en la cárcel; si alguien busca crímenes impunes que se centre en los crímenes de la dictadura o los de torturadores y asesinos de uniforme]
La defensa de los derechos humanos no se muestra con los afines. Hasta el más sanguinario criminal desea que no maten, secuestren, torturen o encarcelen ilegalmente a sus amigos, familiares, sus afines políticamente o incluso su hámster. Eso no evidencia nada: los derechos humanos se defienden cuando tocan a nuestros enemigos, a quienes están en nuestras antípodas, a quienes el cuerpo nos pediría ver pudrirse en la cárcel pero la cabeza y la conciencia democrática nos muestran que felizmente esa no es la respuesta que damos.

Estábamos contra ETA porque defendíamos los derechos humanos. Oponerse a la retroactividad de las penas más graves no nos acerca a las víctimas de esa retroactividad sino que fortalece nuestra oposición a aquellas violaciones de derechos humanos por las que nos oponíamos a ellos: evidencian que reivindicamos los derechos humanos no porque en tal o cual ocasión afecten a los nuestros sino porque nos creemos que son derechos inviolables para todos los humanos en todas las circunstancias, en todos los tiempos y en todos los lugares.
http://www.martinezabarca.net/2013/10/22/por-que-estabamos-contra-eta/

* Hugo Martínez Abarca es bloguero y miembro del Consejo Político Federal de Izquierda Unida.

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