Cuarto Poder
06/10/2012
Si hay algo que molesta a la derecha es un juez respondón que los desautorice.
Cierto es que les molestan también sobremanera los policías o guardias civiles
sindicalizados y, no poco, los curas rojos. Pero a los armados los ven
displicentemente como asalariados desertores del arado, y a los curas como
descarriados que leyeron mal el sermón de la montaña pero que terminan por lo
general humillándose ante el Papa. Pero un juez… Las sociedades capitalistas
necesitan justificar las desigualdades y doblar legalmente el brazo a los
perezosos trabajadores. La fuerza bruta no basta (ya lo demostró
Platón con el argumento de Trasimaco). El entramado legal en
que consiste el Estado es la pieza esencial de su dominación. De hecho, en las
familias con mando histórico en plaza, el avaricioso iba a la empresa, el tonto
a la milicia, el sinvergüenza a la curia y el avispado al mundo del derecho
(como juez, abogado o notario). Y cuando se habla de “la familia”, no caben
traiciones. Aunque, cierto es, que la derecha llame pijo a un juez, recuerda al
dicho venezolano: “aquí está el diablo dando misa”.
Ya se sabe el desenlace de la acusación por delitos de lesa humanidad
cocinada por el PP -ese partido fundado por el franquista
Fraga, llevado a la gloria electoral por el franquista
Aznar, abocado a un rescate por el gallego de derechas
Rajoy y esperpentizado por la pija franquista y delegada del
Gobierno en Madrid-. Acusación que buscaba hacer de los organizadores del 25S
reos émulos de aquellos encadenados de los chistes de cuando
Forges se estaba inventando a Forges, colgados de las muñecas
en olvidadas mazmorras y tan sabedores de que tenían razón como de que estaban
en la mierda. Pues ha llegado un juez, de los jueces jueces, que les dijo a los
del PP, esto es, a los guardianes de las mazmorras: “esto no es mío”, y los del
PP, arrogantes como son, de familia, insistieron: “pues te jodes y los
procesas”. Y el juez: “¿Ah, sí? Pues te vas a cagar”. Y en ese lenguaje
jurídico, quizá algo más sofisticado, añadió: “Y, desde luego, el hecho de
convocar bajo los lemas de rodear, permanecer de forma indefinida …, exigir un
proceso de destitución y ruptura del régimen vigente, mediante la dimisión del
Gobierno en pleno, disolución de las Cortes y de la Jefatura del Estado,
abolición de la actual Constitución e iniciar un proceso de constitución de un
nuevo sistema de organización política, económica o social en modo alguno puede
ser constitutivo de delito, ya no solo porque no existe tal delito en nuestra
legislación penal, sino porque de existir atentaría claramente al derecho
fundamental de libertad de expresión, pues hay que convenir que no cabe prohibir
el elogio o la defensa de ideas o doctrinas, por más que éstas se alejen o
incluso pongan en cuestión el marco constitucional, ni, menos aún, de prohibir
la expresión de opiniones subjetivas sobre acontecimientos históricos o de
actualidad, máxime ante la convenida decadencia de la denominada clase
política”.
 

Mientras Rommey le decía a Obama que no
quería llevar a Estados Unidos por el camino de España, el diputado del PP
Rafael Hernando, el que en una ocasión le
quiso medir la cara a Rubalcaba con los puños, habló por el PP
y dijo que el juez desobediente era un ácrata y un pijo. No debiera ser
problemático cuestionar a los jueces, que bien lo merecen. Llamarlos pijos puede
ser redundante. Ácratas, hombre, suena exagerado, porque el anarquismo busca
acabar con la forma Estado. Aunque eso no fue lo relevante. Mucho más terrible
–y menos comentado– fue que afirmara el pugilístico diputado que el auto era
“indecente”. Porque cuando la derecha dice de algo que es “indecente”, termina
llevándolo a la hoguera o al campo de concentración. Aviso para navegantes. El
juez Pedraz había señalado que el comportamiento de la derecha
que nos gobierna pecó de alarmista –por confundir las metáforas sobre la
ausencia de democracia con un golpe de Estado, ellos, que tanto saben del
asunto– e incoherente –por decir una cosa y la contraria, acostumbrados a hacer
y deshacer sin tasa ni testigos–. Hablar de “conjura contra el Estado” o de
“ataque a la soberanía nacional” suena en exceso al delito de rebelión con que
los franquistas juzgaron, condenaron y ejecutaron a decenas de miles de
republicanos. Preocupante.
Desde la Asociación Profesional de la Magistratura voló una judicial
descalificación, llena de respeto, sobre el auto de Pedraz. Los comentarios del
juez díscolo sobre el camino al sumidero de los políticos hispánicos –incluidos
los catalanes– no sería sino “un exceso literario”. Aunque lo que habría que
decirle a los magistrados profesionales es que el exceso literario no es del
juez Pedraz, sino de las encuestas del CIS que achacan a los políticos los males
del país y el túnel al final de la luz. Vamos, que el exceso es el que expresan
los ciudadanos sobre la política institucional. ¿Y no es sensato que un juez
imparta justicia sobre la base de una lectura correcta y actualizada de la
realidad social en la que vive?
Rodear el Congreso era una manera nueva de decir que esta democracia está
agonizando. Que si te presentas con un programa a las elecciones y lo incumples
de manera total, estás vaciando el Congreso de sentido, de la misma manera que
si te desentiendes de tus obligaciones con tus nacionales, la bandera se
convierte en un trapo absurdo. Que si perdemos derechos sociales porque así lo
mandan “los mercados”, hay que disolver las Cortes y replantearnos qué hacemos.
Que si la Constitución es papel mojado porque el artículo 1 queda sometido al
albur del ánimo del capitalismo financiero es momento de buscar una nueva
Constitución que de sentido al Estado social, democrático y de derecho. Que si
vemos impávidos cómo se rompe el Estado porque las cúpulas de los partidos están
más preocupados por su posición inmediata que por pensar a medio plazo, es hora
de que los diferentes pueblos que configuramos el Estado nos sentemos en pie de
igualdad y discutamos cómo queremos organizar la convivencia.
Y esa capacidad corresponde al pueblo, que es donde reposa la soberanía y que
es quien posee el poder constituyente. Y si el poder constituido quiere
impedirlo, hay un conflicto político de primera magnitud. Porque no hay nada por
encima del poder constituyente. Y si lo constituido lo olvida, no queda otra que
regresar al lugar donde se solventan los problemas políticos de calado: en las
calles. Las calles que rodean el Congreso. Ahora con sanción judicial, elevado a
los altares democráticos de la libertad de expresión. Lo que sabíamos aunque no
lo dijera un juez.  Ahora, el problema es de ellos. Rajoy siempre puede mirar
para otro lado, fumarse un puro y condecorar a los policías que más recio
disparen en las estaciones de tren y metro. El 15M y el 25S siguen sumando
fechas a la democracia.
Juan Carlos
Monedero
 es profesor titular de Ciencia Política y de la Administración en
la Universidad Complutense de Madrid y director del Departamento de Gobierno,
Políticas Públicas y Ciudadanía en el Instituto Complutense de Estudios
Internacionales.
http://www.cuartopoder.es/tribuna/pijos-acratas-fachas-apurados-y-congresos-esquinados/3297

** Fotografía de Santiago Pedraz Gómez, magistrado titular del Juzgado Central de Instrucción número 1 de la Audiencia Nacional.

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