Manuel Valor Cara, combatiente republicano en la guerra civil (1936-1939).

Un homenaje de José María García Labrac a Manuel Valor Cara, preso en Albatera por escapar de la muerte y vestir el uniforme del primer Ejército que plantó cara al fascismo internacional, al que el autor, presidente de Granada Republicana UCAR, rescata del olvido.

José María García Labrac (*)

21/12/2019
El protagonista de esta historia,
Manuel Valor Cara, nació en abril de 1902 en Granada capital, concretamente en
la cuesta del Pino, junto a los Cuatro Caminos y la carretera de la Sierra. Sus
padres fueron Manolillo Valor, apodado el Electricista por el oficio al que se
dedicaba, natural de la localidad alicantina de Alcoy, y la granadina Antonia
Cara, venida al mundo en el cortijo de Nuestra Señora del Carmen, en el camino
entre la ciudad y el pueblo de Cenes de la Vega, enfrente de los actuales
túneles del Serrallo (del viejo cortijo solo se conserva el portón de entrada,
situado delante del moderno hotel Real de la Alhambra).

Durante los años 20, Manuel realizó el Servicio Militar en diferentes destinos, tanto en África (Ceuta) -primera imagen- como en la península (Madrid) -segunda imagen-, formando parte del Regimiento de Cazadores de Vitoria, nº 28 de Caballería y de la Escuela de Automovilismo de Ingenieros. En 1924, mientras integraba el Regimiento de Vitoria, 28, realizó un curso de mecánico automovilista que le sería de mucha utilidad en su futura vida profesional.
Manuel Valor Cara en Madrid (1926), junto con sus compañeros de la Escuela de Automovilismo de Ingenieros (aparece sentado en el medio, el 3º por la izquierda).

Por aquel tiempo, comenzó un
noviazgo con su paisana Fernanda Soriano Valverde, nacida también en 1902, y
como él, descendiente de alicantinos, provenientes en su caso de Crevillente.
Ambos contrajeron matrimonio al final de la década, en enero de 1929.

Matrimonio de Fernanda Soriano Valverde y Manuel Valor Cara (enero de 1929).
En la II República, de vuelta ya
en su ciudad natal, Manolo trabajó de tornero mecánico en los talleres de la
compañía Tranvías Eléctricos de Granada, ubicados en la zona de la Caleta. Por
aquella época, los jóvenes esposos sufrieron una tragedia familiar, al fallecer
su hija primogénita con tan solo quince meses de edad, en febrero de 1931. Por
suerte, la felicidad volvió a la pareja poco después, ya que Fernanda enseguida
volvió a quedarse embarazada, dando a luz a Amelia Valor Soriano en diciembre
del mismo año.
La familia residió primero en la
cuesta del Pino, trasladándose después a la placeta de la Cruz, entre las
calles Ancha de Capuchinos y Real de Cartuja, al comenzar Manuel a trabajar en
la Caleta. No disponemos de información sobre la afiliación política o sindical
de Manolo durante el régimen republicano, pero suponemos que era anarquista,
teniendo en cuenta que jamás fue religioso (nunca pisó una iglesia), que poseía
un perro al que llamó Fai (por las siglas de la Federación Anarquista Ibérica)
y que él y los suyos fueron brutalmente perseguidos tras el triunfo en Granada
del golpe de estado fascista que provocó la guerra civil española.
Su sobrino Antonio Valor, hijo de
su hermano Ramón y padre de un bebé de nueve meses, fue fusilado a los 27 años,
después de una breve estancia en la cárcel de apenas veinte días. Al no
encontrar a un cuñado al que buscaban para ejecutarlo, lo mataron a él, de
forma indiscriminada y arbitraria. Cuando algunos parientes acudieron a la prisión
a preguntar por su situación, los carceleros les dijeron que se había fugado a
la Siberia, sabiendo de sobra que ya estaba muerto. 

El asesinato de su sobrino alarmó
a Manuel, que se vio obligado a huir de la capital para salvar la vida. Tras
decirle a Fernanda que se iba a comprar una gorra, escapó a la zona republicana
junto con los más amenazados de la saga: Ramón, la mujer de este, el resto de
sobrinos y el hijo del fusilado. Se marcharon por Cenes, a través del paraje de
los Arquillos, llegando inicialmente a Guadix.

Manuel Valor con su hija Amelia y sus sobrinos Antonio, Manuel y Ramón, en el camino de la fuente de la Bicha. Antonio fue fusilado por los fascistas (años 30).
Después de la huida de Manolo y
mientras permanecieron en la placeta de la Cruz, Fernanda se acostumbró a dormir
siempre con unas tijeras a mano, para protegerse ante una posible visita
intempestiva de las terribles Escuadras Negras, cuyas
cacerías nocturnas eran muy frecuentes por el entorno de la calle Real de
Cartuja. Finalmente, el miedo empujó a Fernanda a buscar la protección de sus
padres, yéndose con la niña al hogar de estos, una casa-cueva de los Peñones,
en el Barranco del Abogado.
Manolo se incorporó al Ejército
Popular de la República, defendiendo la causa democrática en el frente de
Colomera y en el sector de Martos (Jaén). Al finalizar el conflicto, fue
internado en el campo de concentración de Albatera, en la misma provincia de
Alicante de la que procedían sus ancestros paternos (y los de su esposa).
Precisamente, fue Fernanda la que logró dar con él por medio de la Cruz Roja,
logrando su liberación y regreso a Granada.
Al volver a su tierra e
instalarse en la cueva de sus suegros, la Guardia Civil lo detuvo de nuevo tras
una denuncia de un conocido confidente del Barranco del Abogado, pasando casi
un año preso en la antigua cárcel de la avenida de Madrid. La represión no cesó
al excarcelarlo, ya que la Benemérita siguió acosando y hostigando a toda la
familia, llegando a amenazar de muerte a los dos perros que tenían y a ellos
mismos, asegurando que “iban a pegarles dos tiros a los bichos y después otros
dos a sus amos”, al ladrar los animales, en mitad de la madrugada, cuando los
civiles patrullaban al lado de la cueva. El suegro de Manuel tuvo que
sacrificar a los canes para evitar males mayores, temiendo que, si continuaban
los ladridos nocturnos, las autoridades franquistas detuvieran otra vez a su
yerno (o incluso lo mataran).

Manuel Valor Cara y su hija Amelia en el cerro de San Miguel (años 40).
Tiempo antes, la dictadura
provocó también el cambio de nombre de Fai, rebautizado como Fati,
especialmente de cara a la pequeña Amelia, a fin de prevenir problemas con las
fuerzas del orden o con algún vecino chivato. Este perro fue uno de los
sacrificados después por el abuelo.
Manolo consiguió posteriormente
un empleo en la desaparecida Fundición Castaños del paseo de la Bomba,
originalmente en el turno de noche y luego de día, prestando servicios en esta
empresa hasta su jubilación en 1970, a los 68 años.
En 1942 el matrimonio y su hija
se mudaron a un piso sito en el entonces número 20 de la calle Parrilla, muy
cerca del cuartel de las Palmas y de la fábrica de alpargatas Alhambra. En los
bajos de aquel edificio había una tienda de comestibles, regentada
sucesivamente por mi bisabuelo y mi abuelo, Salvador Labrac Escudero
(1892-1956) y Salvador Labrac López (1921-2003). Mi familia vivía también en
aquella finca, por lo que fueron vecinos de los Valor Soriano (y también sus
caseros, cuando mis abuelos compraron la propiedad y arrendaron la vivienda a
Fernanda y a Manuel).

 Manuel Valor Cara de anciano (años 60-70).
Fernanda Soriano murió a los 65
años, en la Navidad de 1967. Una vez viudo, Manolo Valor siguió residiendo con
su hija Amelia en la Parrilla hasta su propio fallecimiento, ocurrido en
febrero de 1984, dos meses antes de cumplir los 82.
Su recuerdo continúa vivo en el corazón
de Amelia, que alcanzó los 88 otoños a principios de diciembre y que no deja
pasar un día sin honrar la memoria de su progenitor, el chavea de la cuesta del
Pino que estuvo preso en Albatera por escapar de la muerte y vestir el uniforme
del primer Ejército que plantó cara al fascismo internacional.

El autor del reportaje, José María García Labrac, junto a Amelia Valor Soriano, la hija de su protagonista (marzo de 2019).

(*) El autor, nacido en Granada en 1985, es el presidente de la asociación ciudadana Granada Republicana UCAR, fundada en 2005 en la ciudad de la Alhambra. Se dedica profesionalmente a la asesoría laboral y es un apasionado de la historia de su tierra y de sus gentes.
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