Alejandro V. García
Granada Hoy
El invierno de 1931, pese al frío, fue en España una estación cálida,
emocionante. Cinco meses antes se había proclamado la Segunda República y el
país vivía lleno de entusiasmo las novedades que prometía el nuevo régimen. En
particular, los intelectuales del 27, los creadores republicanos, tomaban las
riendas de un tiempo nuevo. De ese invierno es la entrevista que Federico García Lorca concedió al periodista Juan de Alfarache para la revista Miradero (no incluida en las Obras Completas) y cuyo contenido acaba de difundir el Centro de Documentación Teatral. Lorca se disponía a estrenar La zapatera
prodigiosa
en el Teatro Español de Madrid. Pero no es toda la entrevista
ahora recuperada la que impulsa este comentario sino un par de párrafos en los
que el poeta más universal de todos los creadores granadinos habla de su tierra.
Y habla con la misma mezcla de orgullo, cariño y desdén con que lo hizo en otras
ocasiones. Tendrían que pasar aún varios años de desencanto y acoso contra el
nuevo régimen para que Lorca revelara dónde se refugiaba la peor burguesía de
España. 
Lo que impresiona del contenido de esos sinceros párrafos
pronunciados hace la friolera de 81 años es su inmensa y terrible actualidad.
Granada, dice Lorca, “es una ciudad acolchada, muerta… Ahora bien: todo
carácter del pueblo vierte a raudales simpatía”. ¿Y los amigos? “Tengo un grupo
de amigos”, dice, “sí, es cierto, que toman con el cariño de las cosas propias
mis triunfos en escena. Pero Granada, que es una ciudad inteligente, es una
ciudad muy fría… Lo que vale allí es el pueblo, son las afueras, el Albaicín,
todo lo que hay de secular en la entraña de las gentes del pueblo. Es el pueblo
de las calles”. Tan fría, añade, que fue la única donde no triunfó Mariana
Pineda
. Y donde sigue sin triunfar, al menos en el calendario festivo local,
agazapada entre santos, ofrendas florales y exhibiciones de poder
ultraderechista. 
Granada, después de un breve renacimiento, continúa
acolchada, desvanecida y tremendamente provinciana y, lo que es peor, sin
esperanza de resurgimiento. Ni siquiera se puede pensar en una renovación
natural de la población; el censo sigue perdiendo habitantes y envejeciendo. Y
en el plano cultural no pasa un día en que la carcundia no deposite unas motas
de caspa, donde los vivos colores de lo que fue una imaginación pujante adquiera
ese tono grisáceo no ya del pasado sino del peor pasado imaginable. Basta echar
la vista no 81 años sino 30 años atrás para comprobar la dimensión de la
catástrofe, la jactancia pueblerina de las instituciones que han convertido las
penurias de la crisis en su mejor aliado para enaltecer el inmovilismo y para
reunir en torno a sí a una corte medrosa vendida a la falsificación.
* Estampa granadina de ChALLeN12 vista en Flickr.
Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Al hacer clic en el botón Aceptar, aceptas el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Más información
Privacidad