Jorge García Castaño*

10/10/2013

En mi soledad
he visto cosas muy claras,
que no son verdad

Antonio Machado

Últimamente, en las conversaciones entre activistas sociales y políticos, es habitual encontrar un cierto abatimiento, una sensación de impotencia que probablemente no sentíamos desde el 15 de mayo de 2011. Se habla de la dificultad de sostener el ciclo de movilizaciones al nivel de los últimos años y de nuestra incapacidad para construir una alternativa político-electoral unitaria, capaz de llegar a las mayorías sociales y romper el bipartidismo. Se ha convertido en un lugar común hablar de esa ventana de oportunidad, que tenemos abierta de par en par, pero que todos sabemos que no continuará así eternamente.
Es bastante amplio el consenso en torno a que para mantener abierta la ventana necesitamos básicamente dos cosas: fortalecer el ciclo de movilización social y construir una alternativa que nos permita disputar el poder político. Pero, tras el maravilloso impasse del 15M, muchos de los peores rasgos de nuestras culturas políticas han vuelto a la superficie. Sabemos que el sectarismo es nuestro principal enemigo para construir un movimiento popular de amplia base y para lanzar una alternativa creíble y mayoritaria. Sin embargo, un cierto fatalismo parece atenazarnos a la hora de encarar problemas que están en nuestras manos superar.

Mi opinión es que no hay razones objetivas para este fatalismo. En cuanto al ciclo de movilización, creo que no está acabado en absoluto y que, si somos capaces de articular una agenda común, al Gobierno le espera un año durísimo en las calles. En lo que toca a la construcción de una alternativa político-electoral están llegando casi a diario noticias positivas a las que quizá no se ha dado suficiente relevancia.
En las últimas semanas se han reunido decenas de organizaciones sociales y políticas en torno a lo que se ha dado en llamar Convocatoria, un proceso que pretende trabajar para una agenda común y un programa político, con resultados por ahora muy esperanzadores. El pasado fin de semana se celebraban las jornadas de Alternativas desde Abajo en Madrid, con objetivos parecidos. Por otra parte, las conversaciones entre las formaciones políticas de la izquierda han ido avanzando, la posibilidad de articular un frente no excluyente de las izquierdas rupturistas y soberanistas cada vez parece más cerca. Ya hay avances entre IU, ICV, Anova, CHA y Batzarre, entre otros y el proceso sigue abierto para quien quiera incorporarse. En esto, la posición de IU es muy clara: trabajar por la alianza más amplia posible.
Como es sabido, el primer proceso electoral que nos vamos a encontrar son las elecciones europeas. Parece haber dos enfoques de cara a esa cita. Por un lado están los que piensan que al ser unas elecciones percibidas como poco importantes y con un sistema electoral prácticamente proporcional, es buen momento para probar nuevas propuestas políticas e intentar conseguir representación parlamentaria. Por otro, los que pensamos que es la mejor oportunidad de derrotar al bipartidismo: evitar que PP y PSOE sean primera y segunda fuerza. En nuestra opinión la cita más importante del ciclo electoral es esta, por su sistema electoral y sobre todo por ser la primera, con todo lo que esto puede suponer a la hora de evitar llamadas al voto útil de cara a los siguientes procesos. Además se trata de unas elecciones que tradicionalmente han tenido muy baja participación y, en este contexto, los grandes partidos van a tener muchas dificultades para movilizar sus electorados. En sentido contrario, podemos decir que un resultado mediocre de las opciones rupturistas puede recomponer la dinámica bipartidista y ser letal para los próximos procesos..Sí, crecerá la izquierda, con suerte entrará alguna nueva opción, pero nada sustancial habrá cambiado y, con toda probabilidad, tendremos bipartidismo para otros 30 años.
Es legítimo probar nuevas opciones y creemos que es muy probable que las haya. Pero -teniendo mayor o menor éxito- no nos parece que, por separado, vayan a aportar mucho al que debería ser nuestro objetivo común: la construcción de un frente de las izquierdas que abra el campo político, que se erija como un instrumento efectivo para la disputa del poder y la soberanía popular. Pues sólo la apuesta valiente por un proceso de convergencia de este calado permitirá que PP y PSOE salgan derrotados de las elecciones europeas. No se trata de medirnos o recomponer relaciones de fuerzas entre las distintas opciones alternativas, sino de convertir las elecciones europeas en un plebiscito sobre el régimen político español, situando en esta operación un nuevo marco de accionar político desde nuestro mejor terreno, desarmando las tácticas tradicionales del bipartidismo. No se vea aquí una llamada al voto útil de la izquierda en torno a IU, más bien se trata de una apelación a la unidad de fuerzas distintas pero que tenemos un objetivo común: la ruptura democrática y la apertura de un proceso constituyente.
¿De qué tipo de alternativa estamos hablando? De la que entendemos que es posible hoy y aquí. Una candidatura que vincule al mayor número de organizaciones políticas de la izquierda y que tenga un fuerte componente social. Una alternativa que cuente con los nuevos y viejos movimientos sociales, con lo mejor de nuestro sindicalismo y con las izquierdas políticas. Y, por supuesto, una candidatura con caras nuevas y referentes sociales y políticos que puedan representar el ciclo de luchas sociales que estamos viviendo. Los partidos debemos tenerlo claro, la inclusión de referentes sociales en puestos relevantes en esta candidatura no es una opción, es una obligación. Es fundamental presentar una candidatura que sea percibida como ganadora y que permita situar en el horizonte la posibilidad de un gobierno de las izquierdas y los movimientos sociales.
Se puede decir que esto que se plantea no es nada nuevo. Puede que sea así, pero sería mucho más de lo que hemos hecho nunca. Si es posible hacerlo ahora, se debe al contexto económico y social, pero muy especialmente a las trasformaciones positivas que han sufrido las fuerzas de izquierdas tras años de crisis, movilizaciones y con la irrupción del 15M. Los procesos latinoamericanos, experiencias como Syriza o el Front de Gauche y algunas más cercanas como Alternativa Galega, Izquierda-Ezkerra o La Izquierda de Aragón pueden sernos muy útiles a la hora de construir ese nuevo sujeto político capaz de ganar.
Puede parecer un planteamiento en exceso electoralista, pero en nuestra opinión la formación de esta alternativa electoral puede ser muy beneficiosa también para reactivar el ciclo de movilización social. Ante una situación de bloqueo institucional total, en la que es casi imposible conseguir que el Gobierno ceda en nada, es importante que cada movilización particular adquiera un carácter general también, que a la reivindicación sectorial concreta se le sume la voluntad de acumular fuerzas para derribar a este régimen caduco. La esperanza de una derrota electoral del bipartidismo es clave para sostener un nivel fuerte de movilización en este contexto.
No estamos en un momento histórico cualquiera, tenemos por delante una tarea titánica: construir un movimiento popular, capaz de poner encima de la mesa un nuevo proyecto de país. Nos va la vida en ello. No nos jugamos el futuro, lo que se está disputando es el propio presente.
Una revolución al fin y al cabo se hace con
lo que se tiene a mano. Hombres viejos para
construir jóvenes sociedades. Si tienen algo
mejor que nosotros, avisen
* Jorge García Castaño es concejal de IU en el Ayuntamiento de Madrid.

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