
Sabido es que el origen de la actual Monarquía se sitúa en la noche de Franco, y no, siquiera, en esa cosa irracional de pasarse de padres a hijos el cetro y la corona, la Jefatura del Estado, como si fueran las escrituras de un bien inmueble. Sabido es, también, que la mayoría de los españoles no sancionó la Constitución que la restauraba como requisito colado de matute para el paso de la dictadura a la democracia: ningún español menor de cincuenta y tantos años ha podido hacerlo. Sobre pilares tan débiles, tan circunstanciales, se pretendió edificar un futuro, pero el futuro acabó llegando y ha resultado ser el único posible sobre esos cimientos de arena, el del divorcio casi total entre la población y quienes, desentendiéndose de ella, de su voluntad, de sus necesidades, se han apoderado para su uso y disfrute del Estado, y últimamente, también, de los recursos nacionales, de la caja común y hasta de los ahorros de la gente.
La corrupción, que tiñe de un feo marrón la faz del Estado, desde las alturas de la Casa Real hasta las bajuras de los más remotos chiringuitos del poder, no hace sino anticipar, en todo caso, el fin del Régimen. Para éste viaje a la pobreza, a la acción despiadada del gobierno, al abandono de los débiles, a la exclusión social, a la enésima emigración de los mejores brazos y las mejores cabezas, a la represión, a la cleptocracia, al despotismo y a la mentira como norma política, no se necesitan, ciertamente, sus alforjas.
http://www.europapress.es/opinion/rafaeltorres/rafael-torres-margen-fin-regimen-20130219120039.html
* Rafael Torres es periodista y novelista.
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