David Torres*

Punto de Fisión

23/07/2012

Es una vergüenza que quieran castigar al rey de España por su
afición a las escopetas y a eliminar animales de sobra. Está claro que nadie ama
tanto a las bestezuelas del campo como un cazador. Lo explicaba en un número
genial el difunto Graham Chapman de los Monty Python, ataviado con un salacot y
uno de esos chalecos de safari que tanto les gustan a los borbones, a los
corresponsales de guerra y a los pescadores de truchas: “Me encantan los
animales, por eso los mato”.
El amor es así, posesivo y brutal, ciego y violento, lo
demuestran diariamente tantos románticos maridos que majan a palos a su señora
porque no saben ya cómo demostrar su cariño y tienen que recurrir al estilo
torero. La verdad es que los directivos de Adena no han andado muy finos, siguen
presos de una visión cursi de la naturaleza, rehenes infantiles de esas ñoñas
películas de Disney donde los leones son amiguitos de los jabalíes y de los
cervatillos y sólo comen en defensa propia. La naturaleza (la humana y la otra)
es más bien neoliberal, consiste en comer y no ser comido, en comer hasta
reventar, hasta que no quede una aceituna en el plato.
Al rey don Juan Carlos el gusto por exterminar criaturas
indefensas debe venirle de familia, sí, pero también por herencia política;
probablemente se aficionó a la caza en una de esas monterías del Pardo a las que
le convidó su antecesor en el cargo. Franco era prácticamente vegetariano pero
lo compensaba masacrando a todo bicho viviente: jabalíes, atunes, conejos,
perdices, codornices, poetas, intelectuales, detractores del Régimen, opositores
a notarías y españoles en general. Es un error común pensar que los herbívoros
son más apacibles que los devoradores de carne: no hay más que ver la mala leche
que gasta un hipopótamo, un toro de lidia o el propio Generalísimo. Apodo que,
por cierto, nunca entendí, a no ser que el sufijo funcionase como un taburete
para subirse encima y parecer más alto.
Ya que tenemos que soportar el costoso anacronismo de la
monarquía hereditaria, será mejor soportarlo con todos sus adornos fósiles, es
decir, el palacio, el yate, la familia y uno más, la mira telescópica y la muy
hispánica tradición de andar a tiros por los montes de España. Al rey borbón, al
vértice supremo de la pirámide biológica, en cuanto sale de viaje y el protocolo
le deja un momento libre, agarra la escopeta y lo mismo mata un elefante cojo
que un oso borracho. Es la única manera de hacerse respetar en un mundo
decadente sin valores ni jerarquías, una selva impregnada de democracia donde
algunos ilusos quieren que el león ramonee al lado de los conejos.
http://blogs.publico.es/davidtorres/2012/07/23/102/

* David Torres es novelista, columnista y guionista televisivo.

** Dibujo de pacogarabato.

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