La destrucción del Estado de bienestar conducirá a la entronización de un Estado
de malestar de siniestros perfiles

Manuel Castells*
La Vanguardia
01/09/2012
Lo
que estamos viviendo en el contexto de la crisis, en España y en el mundo, es la
transición del Estado de bienestar al Estado de malestar. En la convención
republicana de Estados Unidos, que tuvo lugar en Tampa esta semana, se aclamó un
programa calcado del presupuesto que presento en el Congreso Paul Ryan, el líder
más carismático de la derecha. Recortes presupuestarios a tope en las
prestaciones sociales, reducción masiva de impuestos a los más adinerados y a
las grandes empresas y mantenimiento de impuestos a los sectores medios y bajos.
Así se supone que se reduce el déficit presupuestario (sobre todo por los
recortes) y se estimula la inversión (porque se espera que los ricos inviertan
con el dinero disponible en contra de la evidencia empírica de los últimos 20
años). Pero, ¿que más da? Ya se encuentran siempre economistas a sueldo para
hacer una gráfica que justifique cualquier cosa. Se trata de quien tiene el
poder de hacerlo. Los republicanos controlan la Cámara de Representantes,
gracias a la ingenuidad de Obama. Y si Romney y Ryan llegan a la Casa Blanca,
será el llorar y el crujir de dientes para la castigada sociedad estadounidense,
con el apoyo de la mayoría de hombres blancos que son tan racistas como
antigobierno por ideología. Lo mas espectacular es el proyecto de liquidación
gradual de Medicare, el programa de salud pública de Estados Unidos destinado a
los mayores. ¿Puede imaginarse una política mas descarnadamente antisocial que
retirar la cobertura de sanidad a los desprotegidos en su jubilación? Era
impensable hace un tiempo, pero en tiempos de crisis todo es posible. Incluso el
que una crisis financiera generada por los financieros desemboque en salvar a
las instituciones financieras y recompensar a sus ejecutivos en salarios e
impuestos para, en cambio, penalizar a los mas necesitados quitando elementos
esenciales de su protección social. 
Pero esto no es, como sabemos, sólo
una cuestión de política estadounidense. La estrategia de Merkel y demás
dirigentes europeos, con Rajoy jaleando para que salven al país, y a él de paso,
no es diferente. Se trata de aprovechar el miedo de los ciudadanos para llegar
al poder, hacer creer que hay que elegir entre austeridad y caos, y liquidar,
con el apoyo de un empresariado de cortas miras, lo que era la clave de la
sociedad europea: el Estado de bienestar
Es ahora o nunca. Hay que dejar
de pagar a los parados porque en el fondo son jóvenes vagos sin respeto a la
autoridad. A los pacientes porque consumen excesivos fármacos (y ¿cómo si no
prosperarían las empresas farmacéuticas?). A los profesores que no se resignan a
ser gestores de almacenamiento de niños en lugar de educadores. E incluso a
estos funcionarios públicos exaltados como héroes de la sociedad, bomberos,
policías y demás agentes de seguridad, malpagados, maltratados y obligados a
veces a pegar a quienes con ellos se solidarizan.
Se argumenta que en
tiempo de crisis no da para estos lujos. Olvidando que sólo se sale de la crisis
con productividad y competitividad, lo cual requiere educación, investigación,
servicios públicos eficientes. Las cuentas de la vieja de Rajoy no sirven para
una economía moderna. El problema no es gastar más de lo que se ingresa sino
gastarlo mal en lugar de invertirlo en recursos humanos y de emprendeduría que
puedan acrecentar la economía real y generar más riqueza. Una estupidez recorre
Europa: la idea de que el Estado del bienestar es excesivamente caro y además
insostenible porque el envejecimiento de la población conlleva menos activos y
muchos más dependientes y, además, más caros estos últimos porque no tienen la
decencia de morirse cuanto toca. En el fondo se trata del triunfo de una
mentalidad en que la vida es para producir y consumir y cuando ya no da más hay
que eliminar el desecho o reducirles las prestaciones en consonancia con su
irrelevancia. Pues, ¿saben qué? En términos estrictamente técnicos, no es así.
El Estado de bienestar es la base de la productividad, además de la solidaridad
social. En el libro que publique hace unos años con Pekka Himanen sobre el
modelo finlandés mostramos cómo la productividad y competitividad de Finlandia,
entre las más altas de Europa y superiores a la teutona, estaban basadas en la
calidad del capital humano, de la educación, de las universidades, de la
investigación. Y también de la salud publica (sin corpore sano no hay mens
sana). De modo que hay un circulo virtuoso: el Estado del bienestar genera
capital humano de calidad que genera productividad que permite financiar sobre
bases no inflacionistas el Estado del bienestar. Si se desconectan, se hunden
los dos. Porque el tan cacareado desfase entre activos y pasivos olvida que en
esa ratio entre el numerador de pasivos y el denominador de activos lo
importante no es el número en sí sino cuánta productividad generan los activos
para pagar por el costo de sostener a los pasivos. Si además las prestaciones
sociales se realizan con un Estado de bienestar dinámico y apoyado en
tecnologías de información, se abaratan costos. De modo que es sostenible a
condición de generar productividad en la economía y disminuir ineficiencia (que
no empleo) en el Estado mediante una modernización organizativa y tecnológica
del sector público.
Pero hay algo aún más importante. El Estado de
bienestar no fue un regalo de gobiernos o empresas. Resultó en el periodo
1930-1970 (según países) de potentes luchas sociales que consiguieron renegociar
las condiciones del reparto de la riqueza. Y como resultado se estableció una
paz social que permitió centrarse en producir, consumir, vivir y
convivir.
Hoy día se están cuestionando las bases de esta convivencia.
Mal cálculo para sus promotores. Porque la destrucción deliberada del Estado de
bienestar conducirá a la entronización de un Estado de malestar de siniestros
perfiles. Pero esto no acaba así. Nuevos movimientos se están gestando, uniendo
indignados y sindicatos. Y de ahí puede surgir un nuevo Estado y un nuevo
bienestar.
* Manuel Castells Oliván es catedrático de Sociología y de Urbanismo en la Universidad de California en Berkeley (Estados Unidos de América).

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