Hugo Martínez Abarca
12/03/2012
En dos domingos seguidos nuestro kiosko homenajea al monarca y, sobre todo, a
la monarquía. Hace ocho días era El País el que publicaba su histórico editorial
El ‘caso Urdangarín’ y el futuro de la Monarquía” en el que
daba un repaso a la insólita majadería marginal de cuestionar la monarquía
porque haya aparecido un insignificante caso de corrupción ante el que el
monarca habría respondido con mano de hierro. Del editorial destacaba la
siguiente frase: “Otros pretenden alimentar un debate sobre la jefatura del
Estado que no es más que una contorsión intelectual y mediática que la sociedad
española debe rechazar con toda contundencia.
” Es decir, lo que la
sociedad española
 debe rechazar con toda contundencia no es que se elimine
la monarquía sino el propio debate: ¿cómo se rechaza con toda contundencia
que haya un debate? Ninguna respuesta a esa pregunta es demasiado
tranquilizadora.

El editorial de El País tuvo su continuidad ayer, el siguiente domingo, en
ABC: un especial de varias páginas a favor de la monarquía y de su titular, con
varias fotos en el despacho, siempre sonriente. De lo que uno ha podido ver, lo
más divertido es un artículo titulado “Cinco razones por las que la Monarquía es un sistema mejor
firmado por el adjunto al director de ABC, Ramón Pérez-Maura, con José María
Pemán como criterio de autoridad y cuya cima es el argumento número 2 titulado
La Monarquía es un sistema más moderno” que reza así:
La República es un sistema más natural; es decir, es más elemental, más
retrasada. Toda la civilización es una resta a lo natural. Todo lo que es más
natural es más inferior
[sic]. El reparto comunal de los bienes es más
natural que la propiedad. Toda la civilización —los Reyes, la propiedad, el
contrato matrimonial— implica un elemento de modernidad y es complicación y
artificialismo, sobrepuestos, como freno y límite, a esas naturalidades. Como
son también añadiduras a lo natural la educación, los modales o la corbata. Y
precisamente por la elaboración y decantación a través de los siglos que
conlleva una Monarquía, hay que entender que no está en la mano de cualquier
pueblo tener una Monarquía, pero sí lo está el tener una República. Una
revolución se hace en 24 horas; una Monarquía resulta de la decantación de los
siglos
.”
De un plumazo y para salvar a la monarquía el tipo se carga la navaja de
Ockham que nos había hecho optar en principio por las soluciones más sencillas
durante siglos y, sobre todo, el argumento en el que hemos basado el rechazo al
matrimonio homosexual: según nos habían dicho lo natural es el matrimonio entre
un hombre y una mujer, así que según Pérez-Maura esa unión heterosexual es
más inferior que la opción antinatura.
Con todo, lo que parece explicar qué pasa para que corra
tanta adulación cortesana es el titular de ABC: “Siempre con el Rey“.
Siempre. No “Con el Rey” a secas, sino siempre, hasta en los peores
momentos, cuando parece que todo el mundo abandona el barco. De eso se trata.
Que la monarquía anda muy tocada y por eso demanda de sus medios de comunicación
munición cortesana. El reportaje de ABC cuenta con la necesaria colaboración de
la Casa Real para que, al menos, el fotógrafo entre en el despacho de Juan
Carlos de Borbón y le haga unas fotos posando durante la esforzada tarea. El
editorial de El País podría haber sido escrito en la sede del diario (y el
especial de ABC justo una semana después habría sido una feliz coincidencia): no
tenemos por qué pensar que el hecho de que el nuevo portavoz de la Casa Real sea un periodista de PRISA
(Cinco Días y El País) haya generado un especial hilo de comunicación entre la
Casa Real y la dirección del diario ni una externalización de la
escritura del editorial. El País criticaba en su editorial “el oscurantismo,
de quienes le adulan
(al rey)” y, claro, en un editorial profundamente
adulador habrá quien piense que es una confesión de oscurantismo.
La ola de peloteo monárquico de emergencia es un magnífico síntoma para los
republicanos. Saben que su imagen está deteriorada, que cuando las calles se
quejan de privilegios políticos y de corrupción tienen muy difícil apoyar a
quien ostenta los privilegios por cuna, se entrega a amigos como Mario Conde, de
la Rosa, Prado y Colón de Carvajal, el rey Fahd… y cuyo yerno ha sido pillado
teniendo comportamientos no ejemplares con Camps, Matas y Barberá.
Se saben tocados. Y saben algo que a los republicanos a veces se nos olvida:
que el desprestigio de la monarquía no es como el de Zapatero, Aznar o González,
que se sustituye por otro y punto, sino que es el desprestigio de un Régimen
diseñado en los 70 como democracia de baja intensidad y uno de cuyos pilares
fundamentales es la Corona. Muy al contrario de lo que decía El País lo que el
debate pone en riesgo no es la democracia, sino su ausencia.
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