Antonio Molina Guerrero (*)

La Mirada Común

24/04/2019

A lo largo de la historia las instituciones públicas han acuñado las monedas y han cobrado por ello el impuesto de señoreaje: digamos que la ganancia que se quedaba la institución monetaria por coger metal en bruto y convertirlo en moneda con un valor nominal ligeramente superior al valor del metal.

Llega un momento en que los usureros empiezan a prestar con interés más dinero del que tienen (o les han dejado en depósito) en lo que podría resultar una forma privada de señoreaje: al prestar dinero que no existe, y cobrar interés por ello, están aplicando una forma de señoreaje privado en la circulación monetaria, o de parasitismo sin más vueltas, como lo describe Hudson. Si un particular alquilara y cobrase rentas por casas que no tiene, o alquilase la que tiene a varias personas simultáneamente, se enfrentaría al cargo de estafa, como poco. Esto es algo que supone un delito en cualquier colectivo, excepto entre banqueros, usureros y gente del mismo gremio. 
El siguiente paso en el desarrollo del parasitismo bancario consiste en ocultar el nombre del parásito. El señoreaje y el parasitismo monetario van a ser privados, pero tienen que simular ser públicos. El ejemplo paradigmático es el Banco “de Inglaterra”. Siguiendo este modelo, surgieron a lo largo de la historia y de la geografía bancos “del país” privados. Y esto lo han logrado los usureros por la vía de financiar a representantes políticos, o sobornarlos o lo que haga falta. Y cuando otros representantes o poderes públicos se les han enfrenado, también han tratado de destruirlos como haga falta. 
Juguemos a adivinar. Cuando durante la II República se plantea reorganizar la junta directiva del Banco de España (que es privado) para introducir más representantes de los intereses del país y del gobierno para conseguir “que el banco sea de España y no España del banco”, ¿creen que a la banda usurera les hizo gracia? Y cuando después hay un golpe de estado y una guerra civil, ¿de qué lado se imaginan que están los propietarios del banco? Y los banqueros privados de la “neutral” Gran Bretaña, ¿a qué lado de la guerra civil creen que financiaron tanto como hiciera falta, junto a banqueros españoles como Juan March? ¿Y les extraña? 
Ahora pensemos en nuestro sistema monetario: el sistema euro. El cepo definitivo.  El sistema monetario del euro es privado, y funciona como un chiringuito de protección de los intereses de los usureros del gremio.  Parece público y “se llama europeo”, pero vamos a ser honestos, es “independiente” de los poderes políticos porque es muy engorroso sobornar a mucha gente que luego pueda perder elecciones. Pero de eso es de lo único que es “independiente”. Si miran cuántos chicos de Goldman Sachs hay en él tal vez sea más independiente de un país que de las oficinas de ese banco.
Eso que imprime sin más lo presta (no lo da). Pero se lo presta, no a los estados, sino a los bancos privados que se enriquecen cobrando intereses de intermediario sólo por existir. Y por ley no pueden no estar ahí. En teoría porque “los estados no son fiables”. En cambio, Bankia, el Santander con la doctrina Botín, Goldman Sachs y Lehman Brothers sí que “deberían serlo”. En ellos “se debe confiar”. ¿A nadie le resulta raro?
Su único objetivo es “controlar la inflación” (ni el pleno empleo ni veleidades sociales: eso lo hizo la Reserva Federal de EEUU, que también es privada, cuando había que disimular más. Con las mejoras en propaganda ya no es necesario).  Pero de todas las formas que podría elegir para su cometido, el mecanismo fundamental consiste en la subasta de deuda de países entre la camarilla de usureros que cobran más o menos interés. 
Y ese presunto “mercado libre de deuda estatal” son cuatro gatos que pueden coordinarse para sacar el máximo beneficio y poner de rodillas a un estado. Busquen cómo se calcula el Euríbor, y las evidencias de manipulación de este para incrementar la tasa de parasitismo.
¿Qué harían para mantener un negocio tan rentable? ¿apadrinar propagandistas? Nos dirán que “los bancos privados son fiables y los estados no” y por esa razón, cuando vienen mal dadas, se pide a los estados que rescaten a los bancos. ¿A que tiene “lógica”?  Nos dirán que “a Alemania le va bien y consigue beneficios”. Claro: si a todos los incluidos en el cepo les va mal, resultará demasiado evidente que el problema es del sistema y no de “los irresponsables políticos”. De hecho, y hablando de irresponsables, ¿recuerdan que fueron los chicos de Goldman Sachs, con un tal Draghi como auditor, los que falsearon las cuentas de Grecia para entrar en el sistema? ¿Dónde fue Draghi después, con total “independencia”?  Al BCE. Y nos dirán que “es que al principio se dieron muchos créditos y muchas ayudas de cohesión a los estados”. Y es cierto: ¿alguien conoce alguna trampa que funcione sin buen cebo?
Podemos ver las consecuencias que este chiringuito bancario ha traído a los diferentes países de Europa. De hecho podemos citar a Stiglitz aquí: “si a un país le va mal, la culpa es del país, si a todos les va mal, la culpa es del sistema”. Podemos también comparar el desarrollo de la economía sueca y de la finlandesa aquí: si Finlandia hubiera mantenido su moneda hubiera podido mantener la competitividad manipulando el tipo de cambio…. pero ya no puede. Solo quedan el paro y las rebajas de salarios. Y, honestamente, creo que Stiglitz se equivoca: el sistema euro no está mal diseñado. Está perfectamente diseñado y cumple perfectamente con su cometido: servir de palanca para limitar la autonomía política de los gobiernos electos y reducir los salarios. 
Mundell es considerado el artífice del cepo. Escribió trabajos sobre “uniones monetarias óptimas” indicando que estas eran las que permitían alta movilidad de trabajadores porque, de no ser así, se resentiría la competitividad (y luego los salarios) de las zonas más desfavorecidas. La Unión Europea no permite esa movilidad por barreras idiomáticas, y porque es una manía bastante humana esa de querer vivir y trabajar en las proximidades de nuestro entorno, junto a nuestros seres queridos, sin grandes cambios. Los seguidores de Mundell apoyaron entusiasmados la implantación del euro. Porque sabían qué pasaría después (le dieron un premio Nobel por predecirlo). 
Es posible que la salida del euro pueda resultar traumática para los países que lo intenten. Lo cierto es que la permanencia le ha resultado traumática a Italia, España, Irlanda y, sobre todo, a Grecia. Vamos a dejar al buen entender de cada cual el pensar si es mejor la amputación traumática de una pierna o la gangrena económica a la que lentamente el gremio de usureros fue sometiendo a sus víctimas, hasta que estas protestaron y entonces se ensañaron con ellas a fondo, hasta que suplicaran clemencia y prometieran no cuestionar ni el sistema ni las privatizaciones nunca más. Ahora Juncker dice que “tal vez se pasaran” y que le dieron mucha importancia al FMI. Y es que siempre viene bien tener a alguien fuera para cargarlo con las culpas de lo que la Comisión Europea y el BCE como chiringuito de defensa de intereses usureros quisieron hacer desde el principio. 
Y así llegamos a una predicción de Greg Palast que pueden leer aquí: “los golpes de estado del siglo XXI seguirán el modelo argentino, en el que los bancos internacionales se hacen dueños de la sangre financiera de una nación, haciendo que el poseedor oficial del título presidencial sea inconsecuente, excepto como factótum de la agenda corporativa”. Que se lo digan a Grecia. 
(*) El autor, Antonio Molina Guerrero, psicólogo y técnico en prevención de riesgos laborales, es vocal de la Junta Directiva de la asociación ciudadana Granada Republicana UCAR.

https://lamiradacomun.es/opinion/granada-republicana-ucar-el-cepo/

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