Un movimiento republicano lleva ante la Fiscalía el safari del monarca que pagó
el empresario saudí Kayali

Juanma Romero

Público

12/05/2012

La cacería
de elefantes en Botsuana
podría salirle algo cara al rey. Un grupo de
ciudadanos ha denunciado al monarca ante la Fiscalía Anticorrupción por un
presunto delito de cohecho pasivo impropio, por haber aceptado que el empresario
saudí Mohamed Eyad Kayali corriera con los gastos de un safari
de lujo que
trascendió sólo porque el jefe del Estado tuvo que ser operado de urgencia por
una fractura en la cadera derecha
El
escrito, al que ha tenido acceso Público [descargar aquí]
, ha sido elaborado
por el letrado José Luis Escobar y promovido por el
Movimiento de Ciudadanos hacia la República Constitucional (MCRC). La denuncia hace primero un relato de
hechos: la intervención del rey y las informaciones divulgadas en varios medios
de comunicación de que Kayali es administrador y hombre de
confianza del príncipe Salman bin Abdulaziz al Saud, ministro de Defensa de
Arabia Saudí y representante de los negocios de la dinastía saudí en España. Kayali
fue además una de las piezas claves
para la concesión a nuestro país del AVE
entre La Meca y Medina
.  Y se le señala “como el eslabón imprescindible para
la compra de crudo por empresas de nacionalidad española” a Riad. 
A partir de ahí, el texto se adentra en
justificar por qué Juan Carlos pudo cometer cohecho impropio, el mismo tipo
penal que perseguía al expresidente Francisco
Camps en el caso de los trajes, por el que finalmente fue absuelto
.
Se produce ese delito cuando una autoridad, en provecho propio, admite “dádiva o
regalo que le fueren ofrecidos en consideración a su cargo”, según el artículo
422 del Código Penal. Los denunciantes se basan en la doctrina
del Tribunal Supremo expuesta en la reapertura
, precisamente, de la causa de
los trajes en 2010, que estipuló que sí hay delito si la entrega y aceptación
del obsequio se vincula con la “especial condición y poder” que dimana del cargo
público desempeñado por el receptor. Es decir, que no hace falta una
contraprestación para observar ese delito de cohecho pasivo.

Dos lecturas del 56. 3

No obstante, el escollo más difícil de superar,
y que se intenta desentrañar en la denuncia, es el de la inviolabilidad del rey,
que consagra el artículo
56. 3 de la Constitución
. Escobar señala que una interpretación “teleológica
e histórica” del término implicaría que el monarca ni siquiera podría ser
juzgado y condenado en casos de de robo, asesinato o violación. Una lectura que
entiende “anticonstitucional y anacrónica”. El abogado defiende, por el
contrario, acotar el significado del aserto de la Carta Magna. ¿Cómo? Precisando
que el rey sólo “es irresponsable en sus actos como jefe de Estado, para los que
necesita refrendo” de un miembro del Gobierno. La irresponsabilidad, dice el
texto, no implica que Juan Carlos “pueda hacer lo que desea, sino justo lo
contrario, que no puede oponerse a decisión alguna de las que tiene encomendadas
constitucionalmente”.
Pero esa irresponsabilidad no puede concebirse
como un “privilegio personal”, rebate Escobar. Y para ello se aferra a que hay
actos del monarca que no necesitan de ningún refrendo, como ocurre con la
organización de la Casa Real y la libre distribución de su presupuesto
,
según preserva el artículo
65 de la Carta Magna
. Además, España ratificó el Estatuto de Roma de la
Corte Penal Internacional (de 17 de julio de 1998), que en
su artículo 27.1 establece que el tratado es aplicable “por igual a todos”, y
por tanto “el cargo oficial de una persona, sea jefe de Estado o de Gobierno” no
le exime de responsabilidad penal “en ningún caso”
. Las Cortes ratificaron
el tratado en 2002 y no
hizo excepciones a ese precepto
.  
Escobar es consciente de las dificultades de
esta denuncia contra el rey. Y sabe que podría tener poco recorrido, frustrarse
a la primera. Pero sostiene que llegará hasta el final, “hasta el Tribunal
Constitucional”, para que al menos emita doctrina de hasta qué punto es
inviolable el jefe del Estado. La tarea se presenta titánica. Porque hasta ahora
no hay precedentes.
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