Antonio Machado

Número conjunto de la prensa soriana

02/05/1908

Los últimos años de vida española
han cambiado profundamente nuestra psicología. Acabamos de cosechar muy amargos
frutos; y el recuerdo del reciente desastre nacional, surge en nuestro espíritu
como una nube negra que nos vela el épico sol de otros días.

Tras un largo período de profunda
inconsciencia, en que no faltaron lauros para los viejos héroes, ni patrióticas
charangas, ni cantos de cuartel, perdimos –como todos sabéis- los preciosos
restos de nuestro imperio colonial. Fue éste un golpe previsto por una minoría
inteligente y que sorprendió a los más. Imaginaos al pueblo español como a un
hombre que, inesperadamente, recibiera un fuerte garrotazo en la cabeza, cayera
a tierra sin sentido y, al recobrarlo, le levantara preguntando: ¿Dónde
estoy?

Comenzamos a despertar y a mirar en
torno nuestro. Acaso, el golpe recibido nos pondrá en contacto con nuestra
conciencia.

Por lo pronto, nuestro patriotismo ha
cambiado de rumbo y de cauce. Sabemos ya que no se puede vivir ni del esfuerzo,
ni de la virtud, ni de la fortuna de nuestros abuelos; que la misma vida
parasitaria no puede nutrirse de cosa tan inconsciente como el recuerdo; que las
más remotas posibilidades del porvenir distan menos de nosotros que las
realidades muertas en nuestras manos. Luchamos por libertarnos del culto
supersticioso del pasado.

¿Nos sirvió, acaso, el heroísmo de
Castro y Palafox, defensores de Gerona y Zaragoza, para salvar nuestro prestigio
en jornadas recientes que no quiero recordar? ¿Vendría en nuestra ayuda la
tizona de Rodrigo, si tuviéramos que luchar otra vez con la morisma? No creemos
ya en los milagros de la leyenda heroica.


Somos los hijos de una tierra pobre e
ignorante, de una tierra donde todo está por hacer. He aquí lo que
sabemos.

Y preferimos esta triste verdad a las
estrofas fanfarronas de aquel poeta, que encarándose con España, le decía, entre
otras cosas:

porque indómitos y
fieros,

saben
hacer sus vasallos


frenos para sus caballos


de los cetros
extranjeros.


 Sabemos que esto no es verdad. Y
cuando en versos del mismo poeta leemos:

que no puede esclavo
ser

pueblo que
sabe morir…


Sonreímos amargamente pensando que,
si nuestro pueblo no sabe otra cosa, será siempre esclavo; porque la libertad se
basa en la virtud contraria; en saber vivir, precisamente en lo que pretenden
ignorar esos vasallos indómitos y fieros.

Sabemos que la patria no es una finca
heredada de nuestros abuelos; buena no más para ser defendida a la hora de la
invasión extranjera. Sabemos que la patria es algo que se hace constantemente y
se conserva sólo por la cultura y el trabajo. El pueblo que la descuida o la
abandona, la pierde, aunque sepa morir. Sabemos que no es patria el suelo que se
pisa, sino el suelo que se labra: que no basta vivir sobre él, sino para él; que
allí donde no existe huella del esfuerzo humano, no hay patria, ni siquiera
región, sino una tierra estéril, que tanto puede ser nuestra como de los buitres
o de las águilas que sobre ella se ciernen. ¿Llamaréis patria a los calcáreos
montes, hoy desnudos, y antaño cubiertos de espesos bosques, que rodean esta
vieja y noble ciudad? Eso es un pedazo de planeta por donde los hombres han
pasado, no para hacer patria, sino para deshacerla. No sois patriotas pensando
que algunos sabréis morir por defender estos pelados cascotes; lo seréis
acudiendo con el árbol o con la semilla, con la reja del arado o con el pico del
minero a esos parajes sombríos y desolados, donde la patria está por
hacer.

Hoy que removemos las nobles cenizas
de los héroes de 1808, rindámosles el homenaje serio y respetuoso que merecen.
Ellos conservaron, a costa de su sangre, la tierra que hoy debemos labrar. No
insultemos su memoria con vanidosas fanfarronadas, ni hagamos resurgir aquella
profunda inconsciencia que, al son de la marcha de Cádiz nos llevó a perder
nuestras colonias. Convencidos de que sabemos morir –que ya es saber- procuremos
ahora aprender a vivir, si hemos de conservar lo poco que aún tenemos.

http://www.filosofiadigital.com/?p=1839

* Ilustración en homenaje al poeta que recoge un fragmento de la carta que dirigió en su día al escritor ruso David Vigodsky, publicada en la revista Hora de España en abril de 1937, en plena guerra civil. 


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