Recordando a Matilde Cantos Fernández, una feminista “avant la lettre”

Recordando a Matilde Cantos Fernández, una feminista “avant la lettre”

Matilde Cantos era una feminista “avant la lettre”. Contestataria y rompedora, defendió los derechos emancipatorios de las mujeres y denunció los privilegios de los varones. Matilde fue, sin duda, la política granadina más importante de la Segunda República. Su peso político es esos años es tan grande que fue designada por el PSOE, en mayo de 1936, compromisaria para la elección de Manuel Azaña como Presidente de la República. Exiliada en Méjico en 1941, vuelve a España en 1969 y fija su residencia en su querida Granada donde vivió hasta su fallecimiento en 1987 en Fuente Vaqueros, en cuyo cementerio está enterrada.
14/09/2019
Matilde nace en Granada, el 20 de septiembre de 1898, en el seno de una familia pequeño burguesa de ideas progresistas, que le permite, desde muy joven, participar activamente en la vida cultural e intelectual de la ciudad, estableciendo amistad con personajes como Federico García Lorca, Manuel Ángeles Ortiz o Ángel Barrios.
Matilde, desde su adolescencia, era una feminista “avant la lettre”. Contestataria y rompedora, que defendió los derechos emancipatorios de las mujeres, y denunció los privilegios de los varones, como expresaba en sus tempranos artículos de opinión publicados en el Noticiero Granadino. Muestra de su carácter rompedor fue ser la primera mujer que condujo un coche en Granada, o sus deseos de tener una relación igual y libre con su novio, en lugar de contraer matrimonio. Aunque al final se casó y tuvo hijos. La muerte de estos le produce, según sus mismas palabras, “un inmenso desgarro interior” que hace que solicite la separación de su marido y se marche a Madrid en el año 1928, para poder “sacar todo lo que llevaba dentro y desarrollar sus inquietudes intelectuales”.
Recién llegada a Madrid se afilia al PSOE.  Instaurada la IIª República, prepara las oposiciones para funcionaria de prisiones, obteniendo plaza y formando parte de la primera promoción de la Sección Auxiliar Femenina del Cuerpo de Prisiones, creado por Victoria Kent. Continúa sus estudios, graduándose en Ciencias Penales en el Instituto de Estudios Penales, dirigido por Jiménez de Asúa. 
Paralelamente participa en las actividades que organizan la UGT y el PSOE. Colabora con Julián Besteiro, Francisco Largo Caballero, Juan Negrín, Victoria Kent, Clara Campoamor, María Lejárraga y Dolores Ibárruri.  Su peso político es esos años es tan grande que es designada, en mayo de 1936, compromisaria para la elección de Manuel Azaña como Presidente de la República.
Durante la Guerra Civil, Matilde ayudó activamente en la organización de la intendencia del Madrid sitiado y, poseedora de unas dotes oratorias extraordinarias para el mitin y la arenga, recorrió el frente junto a Rafael Alberti y Miguel Hernández, animando a los combatientes junto a los milicianos de la cultura del 5º Regimiento.
En 1937 encabezó la delegación del PSOE en el Congreso Mundial de Mujeres contra la guerra y el fascismo celebrado en París; ciudad donde volvió posteriormente, otra vez en representación del PSOE, a solicitar ayuda para la guerra ante la Internacional Socialista y la Federación Sindical Internacional. 
Siguiendo al Gobierno de la República, se traslada a Valencia y posteriormente a Barcelona, ciudad donde es nombrada, en 1938, Directora del Instituto de Estudios Penales y Directora General de Prisiones.
En febrero de 1939 sale al exilio en Francia, desde donde pasó a Casablanca, y de allí partió hacia Méjico en 1941.
Su estancia mejicana abarcaría hasta el año 1968. Durante ese tiempo, desarrolló su labor como trabajadora social del Ministerio de Gobernación, dedicándose a los colectivos de marginados y población indígena. Desarrolló así mismo una importante actividad como periodista escribiendo sobre temas sociales y de mujer en diversas revistas y tabloides. Por supuesto, participó de una manera muy activa en las organizaciones y actividades de la colonia de exiliados españoles en Méjico; por ejemplo, fue socia fundadora del Centro Andaluz de ciudad de Méjico y del Club Mariana Pineda, asociación de mujeres que recogían fondos que eran enviados a España para ayudar a los represaliados de la dictadura.
Matilde formó parte del grupo de 35 dirigentes que fueron expulsados del PSOE junto a Juan Negrín en 1946 y qué en el año 2008, en el 37 Congreso Federal del PSOE, fueron rehabilitados. 
En 1968 volvió a España siendo detenida en el aeropuerto de Barajas y conducida a la Dirección General de Seguridad, donde permaneció retenida varios días. Tras ser puesta en libertad, fue deportada a Méjico. Regresó, ya con permiso de residencia concedido, en el año 1969, fijando su residencia en su amada Granada.
Durante el final de la dictadura franquista y la transición, Matilde desarrollo una intensa actividad política y cultural.
Murió en 1987 y sus restos reposan en el cementerio de Fuente Vaqueros, el pueblo de su amigo Federico, cuyo asesinato agrandó el fuerte “desgarro interior”, que ella tenía. 
Como corolario para finalizar, hago mías las palabras de Antonio Lara Ramos, su biógrafo, y autor de la obra “El Compromiso social”, que versa sobre ella (además, le ayudó a redactar sus memorias, “Cartas de doña Nadie a don Nadie”, publicadas póstumamente en el año 1998): “Casi todas las conquistas de la mujer en el siglo XX, Matilde las había alcanzado antes de que tuviera que exiliarse. Se independizó como mujer del vínculo matrimonial, fortaleció su pensamiento libre, se emancipó económicamente y sostuvo su independencia el resto de su vida…”.

Semblanza leída el viernes 15 de abril de 2016, en la XII Cena Republicana Granadina, por Isidro J. Toro Moyano, director del Museo Arqueológico de Granada y vocal de la Junta Directiva de Granada Republicana UCAR.

Granada Republicana UCAR (y El Independiente de Granada) agradecen a don Antonio Lara Ramos la amable autorización para poder usar las fotografías que ilustran este texto.

El sentido de la República

El sentido de la República

Laura Rodríguez Mejías (*)

23/07/2019
Recibo con alegría el mensaje de José María García Labrac, el actual presidente de la asociación, solicitando que escriba un artículo para Granada Republicana UCAR, de la que soy socia desde la más absoluta convicción y casi desde que se gestó la idea de creación de un movimiento integrador, reflexivo, comprometido, republicano, y siempre con la vista puesta en el futuro para propiciar una sociedad más justa, y por tanto, con mayor democracia y mejores derechos, donde la institución monárquica deja de tener sentido desde el más absoluto respeto al principio de igualdad, por no entrar a valorar pasado y presente de dicha institución. Todo ello, sin perder de vista el pasado, ese “de dónde venimos”, porque, sin duda, nuestro futuro (el “hacia dónde vamos”) estará marcado por nuestras experiencias vividas.
Y es, precisamente, ese “de dónde venimos”, lo que refleja la situación en la que nos vemos inmersos en el panorama político actual. Porque la democracia no debe ser entendida únicamente como la posibilidad de elegir y ser elegido, es también la formación, la participación y el control en los instrumentos de esa representación, porque el sistema, ya tiene los instrumentos precisos, para que esas voluntades individuales, sean maquilladas, desdibujadas o diluidas, a través de sistemas proporcionales corregidos, o partidos políticos, coaliciones o agrupaciones de electores, que ya tienen sus normas internas para que la voluntad de usted y la mía quede disfrazada aunque no sea carnaval.
Porque como decía Gramci, “lo más revolucionario que existe es acertar con lo que ocurre”, pero ya el sistema se encarga de que no acertemos con lo que ocurre, y por supuesto, que no vayamos a acertar antes de unas elecciones…
Y así nos vemos, con una participación escasa, y con una desidia de “lo público” que nos aísla cada vez más, y nos separa no ya de la construcción de una sociedad mejor, sino incluso del disfrute de derechos que no hace mucho teníamos y no pensábamos que en algún momento fueran a ser cuestionados o incluso llegar a perderlos.
No cuidar “lo público” necesariamente conlleva la alternancia de “lo privado”, eso sí, para quien pueda adquirirlo. Lleva a la pérdida de lo colectivo para centrarse en lo individual, para “yo ser” no podemos “ser nosotros”. Estando inmersos en un espacio donde trabajar es un lujo, donde las obligaciones personales dejan escaso tiempo para algo más, donde la información llega “bombardeada” desde mil espacios tecnológicos, sin apenas tiempo para asimilarla, reflexionar y no digamos ya, reaccionar. 
Hasta nos hemos “acostumbrado” a identificar corrupción con política, y a decir “todos son iguales”. Nos hemos acostumbrado a ver todos los veranos la cantidad de personas que mueren en el mar donde pasamos el verano como si es algo que sucede sin más. Alguna vez incluso se hacen virales algunas fotos en redes sociales, que serán sustituidas por otras similares en breve, y como mucho en el resumen de fin de año volverán a aparecer en algún espacio y se concederá un premio a alguna ONG. Hasta nos hemos acostumbrado a que se asesine a una mujer por su pareja sentimental a escasos metros de nuestra casa, y todavía hay quien se opone a promover políticas de igualdad.
Y así, entre quienes salvo de “lo suyo” no quieren saber nada, quienes se perdieron en mil reuniones sin conclusión alguna promovidas por los partidos políticos, quienes viven fantásticamente bien del sistema por generaciones, a quienes la boda de unos famosos ha venido (no sabemos por qué) a alegrar su vida unas semanas, o quienes miran televisión cambiando compulsivamente de canal y comentando los fichajes de la “nueva temporada” de fútbol, o mientras imitamos las “vidas” de personas con unos intereses comerciales y económicos determinados en las redes sociales y comprobamos como sin darnos cuenta hemos acabado imitándolos sin tener ningún interés en ello, entre los niños y no tan niños que juegan de manera compulsiva a “Fortnite” o a la última máquina que vendan en el mercado y que cuesta una cantidad indecente, sin conocer ni quién eran Cristóbal Colón, no hablemos ya de Miguel de Cervantes, y mucho menos qué sucedió en la “Guerra Civil Española”… nos enredamos en un bucle, donde solo podemos constatar que hemos perdido derechos a una velocidad a la que ni siquiera somos capaces de reaccionar, y asistimos como meros espectadores a un desmantelamiento de “lo público” sin precedentes, con un mensaje extendido de “las Administraciones Públicas no sirven para nada”, y mientras tanto, desde arriba ya se encargan de ir recortando un poquito más.
Y así lleva “mi querida España, esta España mía, esta España nuestra” que cantaba Cecilia allá por los 70 del siglo pasado, unas cuantas temporadas.
Y así seguirá, salvo que todos nos impliquemos, participemos, y no permitamos que “otros” se encarguen sin los instrumentos de participación precisos y sin el control necesario de lo que es “nuestro”, “de todos”.
(*) Laura Rodríguez Mejías, técnica de Administración General en el Ayuntamiento de Granada, fue presidenta de la asociación ciudadana Granada Republicana UCAR (2013-2014).
Fracaso

Fracaso


El verdadero mérito de una escuela

digna de tal nombre, sería dejar a los jóvenes
todas las puertas abiertas: las puertas de la vida, 
no las de los empleos.
Eugenio Montale
Andrés Sopeña Monsalve (*)
26/06/2019
La Educación es, ciertamente, uno más de los lugares de desencuentro o campos de batalla para tradicionales y periódicas broncas y enfrentamientos que aburren a las piedras y tienen más que harta a la ciudadanía. Curiosamente, eso sí, tras cada acometimiento, lo mismo da escaramuza que escabechina, carnicería o hecatombe, nada cambia, todo continua igual; sospechosamente igual. Y no hay el menor misterio, sin embargo: si nada cambia es porque a los que dominan el cotarro les va estupendamente de esta manera… Como muy atinadamente expresa El Roto: “El que no haya derecha ni izquierda, no significa que no haya arriba y abajo”. Las distintas propuestas en política docente que unos y otros, y también los de más allá, formulan a propósito de financiación, gestión, organización, contenidos curriculares, formación del profesorado, evaluaciones y demás, aspiran fundamentalmente a la concordancia del sistema educativo con el modelo económico y social dominante. Ya sea encantados de la vida o constreñidos por las circunstancias, todos se afanan en aplicar las consignas de los que de verdad organizan la marcha del mundo: “…la educación debe estar concebida para satisfacer la creciente demanda de trabajadores adaptables, capaces de adquirir fácilmente nuevos conocimientos…” insinúa, sugiere o recomienda el Banco Mundial al fijar las “Prioridades y Estrategias para la Educación” en los países en desarrollo, que esta gente no se corta…; y de la misma o muy parecida opinión es la Organización Mundial del Comercio, el Banco Interamericano de Desarrollo o el Fondo Monetario Internacional, en coincidencia nada sorprendente. Y si el mercado laboral y la productividad fulguran cual estrella de oriente en el horizonte educativo, se entiende ahora el empecinamiento y porfía de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, la OCDE, en fijar indicadores para evaluar y comparar los resultados de estos procesos de capacitación: es lo que viene a ser un “¿cómo va lo mío?” de esa minoría privilegiada. 
Así que el fracaso no es tanto el de los chavales que suspenden o abandonan los estudios, sino más bien del propio sistema educativo en su totalidad. Porque un poquito ruin, mezquina, perversa, infame y hasta inmoral sí que resulta esta concepción de la Educación, para qué nos vamos a engañar. Empezando, precisamente, por la nada inocente utilización del propio concepto. Formar en las pericias y saberes que demandará el mercado será, en todo caso, enseñar, o adiestrar, o instruir, si se prefiere, pero nunca educar; educar es otra cosa. Educar es laborar para mejorar al ser humano, para enriquecerle, ayudándole a que sus facultades, sus potencias, sus cualidades, desarrollen, como diría Kant, “…toda la perfección que su naturaleza lleva consigo” con el fin de convertirlo en una persona libre y responsable. Y feliz, en la medida de lo posible.
No es difícil entender que corran malos tiempos ―¿los peores?― para los educadores, para los enseñantes, para los docentes, para los profesores, para los maestros, o para como quiera y quieran que se denomine a quienes se dedican a uno de los menesteres más socialmente valiosos, solidarios, comprometidos y nobles que se pueda encomendar a un ser humano. Destilados a partir de valiosísimas experiencias compartidas, los ideales educativos conducentes a preparar al hombre para “el ministerio individual y social de la vida”, que decía Giner de los Ríos, se ven intensamente hostigados por las avasalladoras demandas de eficiencia económica del neoliberalismo… “Los alumnos no deben estudiar lo que quieren, sino lo que propicie su empleabilidad”, dejó dicho un ministro de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert… Este Wert es también el Wert de la “ley Wert”, conocida en el siglo como La Ley Orgánica 8/2013, de 9 de diciembre, para la mejora de la calidad educativa (LOMCE). A los efectos que aquí interesan, la tal LOMCE pasó por el sistema educativo como elefante por cacharrería y se llevó por delante todo lo que tuviera aroma a humanidades, esto es, a las bobadas y necedades varias ―pamplinas, para entendernos―, que impiden al alumnaje estar a lo que hay que estar. Y es que, como dijo el ministro este: “Hay asignaturas que distraen”. 
Claro que este Wert es solo un ascensorista en el imponente edificio del neoliberalismo, uno de cuyos más afamados arquitectos, Hayek, Friedrich August von Hayek, premio Nobel de Economía, y jurista, y filósofo, presenta una más poderosa razón para justificar el escamoteo de las disciplinas que permitan al ser humano potenciar precisamente esa humanidad aprendiendo a apreciar, a entender, a pensar, a sentir y a disfrutar…: “Tampoco podemos cifrar todas las esperanzas en que aumentando los niveles culturales todo vaya a mejor”, que eso ya es otra cosa, que lo mismo es que ciframos mucho y luego pasa lo que pasa, porque “No existen razones que induzcan a pensar que, si los superiores conocimientos que algunos poseen llegaran a ser de dominio general, mejoraría la suerte de la sociedad”. Lo dicho: otra cosa, otro nivel. Porque de semejante frase no puede afirmarse que se trate de una necedad. De una canallada, tal vez ―casi seguro―; pero necedad, bajo ningún concepto. Si no va a mejorar la suerte de la sociedad, y eso lo sabe Hayek de buena tinta, son ganas de ganeta habilitar los medios que procuren la mejora de la suerte de los individuos. Por razones que se me escapan, aunque lo menciono solo porque no deja de resultar curioso, los “algunos” que poseen los “superiores conocimientos” son los mismos algunos que no acaban de ver la menor utilidad en que esos conocimientos sean puestos a disposición del resto de los ciudadanos. Y me viene a la mente El Roto, otra vez: “No hace falta que vuestros hijos estudien, ya lo hacen los nuestros”. 
(*) Andrés Sopeña Monsalve, profesor jubilado de Derecho Internacional Privado en la Universidad de Granada y autor de los libros “El florido pensil” y “La morena de la copla”, es miembro de la asociación ciudadana Granada Republicana UCAR.

https://lamiradacomun.es/opinion/fracaso/

Valores republicanos contra los tiempos oscuros

Isidro J. Toro Moyano (*)

30/05/2019
La pérdida de valores cívicos es la más atroz manifestación del triunfo de la ideología neoliberal, que se ha impuesto mediante un férreo control de los mass-media impresos, digitales y audiovisuales. La posverdad como discurso en lo ideológico y el trumpismo en lo político son las más actuales y depuradas manifestaciones de este fenómeno.
Los históricos y paradigmáticos valores cívicos heredados de le Revolución Francesa, reforzados y expandidos con la emergencia y pujanza del movimiento obrero a lo largo de los dos últimos siglos, Democracia, Libertad, Fraternidad, Igualdad, y su manifestación política en el Estado democrático de Derecho, el Estado del Bienestar y la República como fórmula de gobierno, han sido atacados, recortados y desdibujados hasta límites intolerables.
Les sustituyen la pérdida de derechos y libertades, la insolidaridad cívica, social y territorial, el racismo, la xenofobia, el fanatismo religioso, el consumismo desaforado que pone en riesgo la conservación del medio ambiente, la corrupción, por citar algunos de una larga y penosa lista.
En este contexto, la lucha por la República y la defensa de los valores republicanos, son los únicos instrumentos validos del sistema democrático para contener el tsunami autoritario que amenaza con destruir los pilares de los Estados de Derecho y del Bienestar.
República, del latín rēs pūblica, cosa pública, lo público, el poder al servicio de la comunidad, al servicio del bien común, es la forma de gobierno que se constituye en oposición a la Monarquía, del griego mónos, que significa uno y arquia que significa gobierno, el gobierno de uno solo.
Desde los orígenes, los filósofos buscaron la fórmula de gobierno que facilitara la convivencia de las personas y la obtención de la felicidad. Para Aristóteles el gobierno debía gobernar en el sentido del interés de la mayoría, del bien común. Para Cicerón solo una buena República haría posible el alcance de la felicidad y la vida en paz. La República tenía que intentar satisfacer las necesidades primarias de las personas como alimentación, trabajo, salud, educación o vivienda.
Siglos después, cristalizada la sociedad de clases y tras siglos de crueles monarquías autoritarias, basadas en la herencia, el derecho divino y el vasallaje, durante la Ilustración, el valor de la Democracia renace pujante sustentado sobre la soberanía popular. Los ciudadanos, que no vasallos, como hombre y mujeres libres, desarrollarían las medidas necesarias para satisfacer sus necesidades primarias y, además, participarían en la elaboración y aplicación de las leyes que regirían su convivencia. Así la Democracia se une al Estado de Derecho y al Estado del Bienestar de la forma más pura y eficaz, complementada con la República como forma de gobierno.
De acuerdo con Habermas, la República no puede sustentar sus raíces sobre fundamentos político-culturales excluyentes basados en la sangre, la lengua y el territorio, si no en su componente democrático integrador.
Filosófica, ética y moralmente, los valores republicanos son implícitamente justos.
Libertad, Igualdad y Fraternidad son los tres valores republicanos por excelencia. De entre ellos, la Libertad es el valor fundamental, entendida como ausencia de dominación y explotación y capacidad de ser dueños de nuestro propio destino. Auxiliar a este primer valor, está la Igualdad, entendida como la garantía del disfrute de los mismos derechos, económicos, políticos y asistenciales, con independencia de origen, género, raza o creencias. Y, en tercer lugar, la Fraternidad, entendida como la relación justa, generosa y empática entre las gentes, sociedades y pueblos diferentes, basada en el principio de a cada cual según sus necesidades. 
Otros valores republicanos importantes son el laicismo, con su ética laica, basada en la libertad de conciencia fundamentada en la Ciencia y la Razón frente a la tradición y los dogmas. La austeridad, la responsabilidad y la ejemplaridad, en lo público y en lo privado, con la verdad como principio rector inquebrantable, alejadas del consumismo desenfrenado, defendiendo lo ecológico y lo sostenible. La solidaridad y la tolerancia, auxiliares de la igualdad y la fraternidad, con el diferente y con el inmigrante, reconociendo la multietnicidad y multiculturalidad que hoy definen a nuestras ciudades y pueblos como un valor positivo y no una lacra. Todos enmarcados en la defensa inquebrantable de lo público y del bien común.
La defensa y difusión de estos valores es una urgente y necesaria tarea en estos oscuros tiempos, con independencia de la consecución en un futuro más o menos lejano de la instauración de la República, a cuyo advenimiento coadyuvará la general asunción de los mismos por el cuerpo social.
(*) El autor, Isidro Jorge Toro Moyano, doctor en Historia y conservador de museos, es vocal de la Ejecutiva de la asociación ciudadana Granada Republicana UCAR.

Presentación de la 2ª edición de “Hijos de una guerra. Los hermanos Quero y la resistencia antifranquista” – Vídeo del acto con Jorge Marco (22/05/2019)

Grabación de la presentación de la segunda edición ampliada y revisada del libro “Hijos de una guerra. Los hermanos Quero y la resistencia antifranquista”, celebrada el 22/05/2019 en la Biblioteca de Andalucía (Granada capital). En la actividad participaron el autor del volumen, el historiador Jorge Marco; su editor, el también profesor Miguel Ángel del Arco, y la estudiante Alba Valero, tataranieta del guerrillero Antonio Quero. 
El evento fue organizado por la asociación ciudadana Granada Republicana UCAR y por Editorial Comares, la empresa responsable de la edición de la obra. Su introductor y moderador fue Loïc J. Molinete, vocal de la Ejecutiva de nuestra entidad.
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