Los papeles secretos del Gobierno alemán lo confirman

Amadeo Martínez Inglés

08/02/2012
No cabe la menor duda, amigos. Hay
axiomas que nunca pasan de moda. El tiempo acaba poniendo a cada uno en su lugar
y la historia de todos y cada uno de los países que durante siglos han
conformado el globalizado mundo que en estos momentos padecemos los humanos,
resulta siempre implacable con sus protagonistas. A pesar de los millones de
investigadores de alquiler, lacayos, cortesanos, vividores, pelotas y serviles
encubridores que tratan a diario de desvirtuar la realidad objetiva de los
hechos.
¿Que por qué salgo ahora con esto?
Pues, estimado lector, porque el pasado lunes 6 de febrero de 2012, recién
comenzado “el quinto año brutal” de la catastrófica crisis celtibérica primero
negada y después magistralmente potenciada por el ahora cadáver político
socialista leonés ZP, me enteré (vía Internet, naturalmente, pues los medios de
información tradicionales en esta España de la modélica transición y del
“urdangarinazo” siguen instalados en la más mísera inopia política y social) de
la pícara información publicada escasas horas antes por el reputado semanario
germano Der Spiegel, en la que se recoge con todo tipo de detalles los
entresijos de un documento secreto recién desclasificado por el Gobierno federal
alemán y que es uno más de los que están integrados en las 2.250 páginas que
conforman las “Actas de la Política exterior de la República Federal de Alemania
de 1981” del Instituto de Historia Contemporánea de ese país.
Por supuesto que a una persona como la
que escribe las presentes líneas, que lleva ya casi treinta años investigando
este espinoso asunto del 23-F (empecé a involucrarme en él en 1983, tras recibir
exhaustiva información profesional que no dejaba lugar a dudas sobre la autoría
última del falso golpe militar), que publicó su primer libro sobre el tema en el
año 1994 (libro que enseguida sería considerado maldito por el aparato mediático
del régimen e inmediatamente arrojado al olvido social) al que seguirían en las
décadas siguientes otros tres trabajos de investigación y multitud de artículos
publicados en la prensa antisistema (mejor dicho, antimonárquica), y que durante
todos estos años ha debido sobrellevar en la más absoluta soledad el
inmisericorde ninguneo de un régimen blindado contra la más mínima información
que ose atacar las raíces de un régimen borbónico absolutamente corrupto,
oligárquico, pseudo democrático y cada vez más alejado de la sociedad, la
información que, como digo, recoge el citado semanario alemán en referencia a la
entrevista que el embajador alemán en el Madrid de 1981, Lothar Lahn, sostuvo
con el rey Juan Carlos el 26 de marzo de 1981 y que sería guardada como
documento clasificado por el ministerio germano de Exteriores hasta hace muy
pocos días, le resulta de lo más gratificante y esperanzadora.
Gratificante, no porque semejante
información que ahora lanza a las páginas de la historia española, europea y
mundial, el Gobierno federal alemán me dé pié a poder entonar, a título personal
y a grito pelado, el consabido “ya lo dije yo antes” o el también comprensible
“llevo años exponiendo a diestro y siniestro en este país tan arriesgada teoría
personal y todo el mundo ha mirado para otro lado” sino porque tamaño revulsivo
histórico procedente de un Estado tan serio como el alemán puede abrir, de una
vez por todas, la acerada puerta que, desde hace años y contra toda lógica y
todos los derechos a conocer su propia historia por parte de los sufridos
ciudadanos españoles, protege todavía la desprestigiada figura del rey Juan
Carlos I.
Y en ese camino parece (de momento,
“solo parece”) ir la rápida reacción ante tamaña noticia procedente de Berlín de
algunos partidos de la izquierda real española (no de la apesebrada izquierda
psoecialista que lleva décadas “chupando poder” y que ahora hundida y cautiva de
sus muchos errores y del abandono pragmático de sus ideales acaba de elegir,
para que la lleven hacia un esplendoroso futuro, a los super viejos líderes que
la arrojaron a los infiernos del descrédito político y social) que se han
apresurado a pedir que “se explique toda la verdad sobre el 23-F”, que “se acabe
de una vez con el ocultismo de los poderes públicos” sobre este tema y que “se
desclasifiquen todos los documentos españoles que existan” sobre tan turbio
asunto. Todo esto de golpe, en aluvión, después de hacerse los suecos (con
perdón) en el Congreso de los Diputados durante casi veinte años ya que, como
acabo de exponer líneas arriba, mi primera denuncia sobre la segura
responsabilidad del rey Juan Carlos en la organización, preparación y ejecución
del rocambolesco episodio político/militar del 23-F data nada menos que de marzo
de 1994, fecha en la que publiqué mi primer libro sobre el tema titulado “La
transición vigilada” (por los militares, claro).
Muy pronto podremos ver lo que de
verdad hacen en relación con esta sorprendente noticia sobre el 23-F las fuerzas
progresistas del Parlamento español. Y, en general, el conjunto de las Cortes
Españolas pues quiero recordar al lector que hace escasas semanas y por enésima
vez, nada más tomar posesión de su cargo el nuevo presidente del Congreso de los
Diputados, le envié un nuevo escrito/informe (junto al presidente del Gobierno y
a todos los grupos parlamentarios de esa Cámara) solicitándole la apertura de
una investigación parlamentaria sobre todos y cada uno de los presuntos delitos
cometidos por el jefe del Estado español a lo largo de su dilatado reinado. A la
cabeza de los cuales se sitúa, obviamente, su suprema responsabilidad personal
en el pseudo golpe del 23 de febrero de 1981, al haber autorizado la
planificación de semejante y rocambolesca maniobra
político-militar-institucional a sus militares cortesanos, los generales Armada
y Milans. Arriesgada postura personal la mía que ahora, con la desclasificación
del documento secreto alemán (el “que inventen ellos” sigue plenamente vigente
en este país de cobardes y pasotas) recibe, no me cabe la menor duda, un
singular y poderoso aldabonazo.
Porque la verdad es que el documento
remitido a su Gobierno en el año 1981 por el entonces embajador alemán en
España, deja pocas dudas sobre el papel del rey en la milonga borbónica que nos
montaron sus militares y políticos cortesanos hace treinta y un años y en la
que, no nos olvidemos y quizá por ello resulte tan difícil aclararla
definitivamente, estaban involucrados los principales partidos políticos del
arco parlamentario español de la época. Rescatemos sus principales argumentos.
Decía el antiguo embajador germano, ya fallecido: “el rey no mostró ni desprecio
ni indignación frente a los actores, es más, mostró comprensión cuando no
simpatía”; y seguía con lo que le contó el monarca: “los cabecillas solo
pretendían lo que todos deseábamos, concretamente la reinstauración de la
disciplina, el orden, la seguridad y la tranquilidad”; y continuaba con las
confidencias reales: “la responsabilidad última del intento de golpe no fue de
sus cabecillas sino del entonces presidente del Gobierno español, Adolfo Suárez,
que despreciaba a los militares”; y terminaba con estas dos joyas borbónicas:
“el rey me aseguró que trataría de influir en el Gobierno y los tribunales para
evitar un castigo severo a los golpistas ya que estos solo pretendían lo mejor
para España” y “el golpe del 23-F debería olvidarse lo antes posible”.
       
Más claro el agua, amigos. El rey
estaba metido en esta maniobra político/militar ilegal e inconstitucional de
febrero de 1981 (cambiar un Gobierno legítimo de la nación sin pasar por las
urnas) hasta las cejas. Pero no porque lo diga ahora, más de treinta años
después, el honorable embajador germánico en España en aquellas preocupantes
fechas sino porque es la auténtica realidad histórica que algunos, muy pocos,
que hemos estudiado exhaustivamente el tema y nos hemos atrevido a decírselo a
todos nuestros compatriotas (Gobierno y Cortes incluidos) venimos años y años
denunciando. Con escaso éxito político e histórico hasta ahora aunque con un muy
claro y entusiasta respaldo social. Esperemos que en este nuevo annus horribilis
de la corrupta y renqueante monarquía borbónico/franquista que todavía
mantenemos los españoles en La Zarzuela (este 2012 seguro que es peor que el
anterior y mejor que el siguiente, si es que llega a 2013) la Historia (con
mayúsculas) de este empobrecido y alicaído país ponga negro sobre blanco los
crímenes, no del franquismo que esto no lo va a hacer en el corto plazo porque
todavía quedan sueltos muchos presuntos delincuentes y criminales de guerra,
sino, por lo menos, los de su heredero, el golferas del Juanca.
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