Laura Rodríguez Mejías (*)
23/07/2019
Recibo con alegría el mensaje de José María García Labrac, el actual presidente de la asociación, solicitando que escriba un artículo para Granada Republicana UCAR, de la que soy socia desde la más absoluta convicción y casi desde que se gestó la idea de creación de un movimiento integrador, reflexivo, comprometido, republicano, y siempre con la vista puesta en el futuro para propiciar una sociedad más justa, y por tanto, con mayor democracia y mejores derechos, donde la institución monárquica deja de tener sentido desde el más absoluto respeto al principio de igualdad, por no entrar a valorar pasado y presente de dicha institución. Todo ello, sin perder de vista el pasado, ese “de dónde venimos”, porque, sin duda, nuestro futuro (el “hacia dónde vamos”) estará marcado por nuestras experiencias vividas.
Y es, precisamente, ese “de dónde venimos”, lo que refleja la situación en la que nos vemos inmersos en el panorama político actual. Porque la democracia no debe ser entendida únicamente como la posibilidad de elegir y ser elegido, es también la formación, la participación y el control en los instrumentos de esa representación, porque el sistema, ya tiene los instrumentos precisos, para que esas voluntades individuales, sean maquilladas, desdibujadas o diluidas, a través de sistemas proporcionales corregidos, o partidos políticos, coaliciones o agrupaciones de electores, que ya tienen sus normas internas para que la voluntad de usted y la mía quede disfrazada aunque no sea carnaval.
Porque como decía Gramci, “lo más revolucionario que existe es acertar con lo que ocurre”, pero ya el sistema se encarga de que no acertemos con lo que ocurre, y por supuesto, que no vayamos a acertar antes de unas elecciones…
Y así nos vemos, con una participación escasa, y con una desidia de “lo público” que nos aísla cada vez más, y nos separa no ya de la construcción de una sociedad mejor, sino incluso del disfrute de derechos que no hace mucho teníamos y no pensábamos que en algún momento fueran a ser cuestionados o incluso llegar a perderlos.
No cuidar “lo público” necesariamente conlleva la alternancia de “lo privado”, eso sí, para quien pueda adquirirlo. Lleva a la pérdida de lo colectivo para centrarse en lo individual, para “yo ser” no podemos “ser nosotros”. Estando inmersos en un espacio donde trabajar es un lujo, donde las obligaciones personales dejan escaso tiempo para algo más, donde la información llega “bombardeada” desde mil espacios tecnológicos, sin apenas tiempo para asimilarla, reflexionar y no digamos ya, reaccionar.
Hasta nos hemos “acostumbrado” a identificar corrupción con política, y a decir “todos son iguales”. Nos hemos acostumbrado a ver todos los veranos la cantidad de personas que mueren en el mar donde pasamos el verano como si es algo que sucede sin más. Alguna vez incluso se hacen virales algunas fotos en redes sociales, que serán sustituidas por otras similares en breve, y como mucho en el resumen de fin de año volverán a aparecer en algún espacio y se concederá un premio a alguna ONG. Hasta nos hemos acostumbrado a que se asesine a una mujer por su pareja sentimental a escasos metros de nuestra casa, y todavía hay quien se opone a promover políticas de igualdad.
Y así, entre quienes salvo de “lo suyo” no quieren saber nada, quienes se perdieron en mil reuniones sin conclusión alguna promovidas por los partidos políticos, quienes viven fantásticamente bien del sistema por generaciones, a quienes la boda de unos famosos ha venido (no sabemos por qué) a alegrar su vida unas semanas, o quienes miran televisión cambiando compulsivamente de canal y comentando los fichajes de la “nueva temporada” de fútbol, o mientras imitamos las “vidas” de personas con unos intereses comerciales y económicos determinados en las redes sociales y comprobamos como sin darnos cuenta hemos acabado imitándolos sin tener ningún interés en ello, entre los niños y no tan niños que juegan de manera compulsiva a “Fortnite” o a la última máquina que vendan en el mercado y que cuesta una cantidad indecente, sin conocer ni quién eran Cristóbal Colón, no hablemos ya de Miguel de Cervantes, y mucho menos qué sucedió en la “Guerra Civil Española”… nos enredamos en un bucle, donde solo podemos constatar que hemos perdido derechos a una velocidad a la que ni siquiera somos capaces de reaccionar, y asistimos como meros espectadores a un desmantelamiento de “lo público” sin precedentes, con un mensaje extendido de “las Administraciones Públicas no sirven para nada”, y mientras tanto, desde arriba ya se encargan de ir recortando un poquito más.
Y así lleva “mi querida España, esta España mía, esta España nuestra” que cantaba Cecilia allá por los 70 del siglo pasado, unas cuantas temporadas.
Y así seguirá, salvo que todos nos impliquemos, participemos, y no permitamos que “otros” se encarguen sin los instrumentos de participación precisos y sin el control necesario de lo que es “nuestro”, “de todos”.
(*) Laura Rodríguez Mejías, técnica de Administración General en el Ayuntamiento de Granada, fue presidenta de la asociación ciudadana Granada Republicana UCAR (2013-2014).
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