Felipe Alcaraz Masats

Andaluces Diario

28/09/2013

La frase del título suele soltarla de vez en cuando Armando López Salinas, de quien se acaba de reeditar, en edición superadora por fin de la censura, su novela La Mina (Akal/FIM). Y creo que resume lo que nos oprime cada día y nos puede convertir de nuevo, si nos descuidamos, en una tierra de conejos.

En España, por ejemplo, eres un delincuente simpático y popular si le pegas bien al esférico, toreas o eres cupletista, aunque metas la mano en esa caja común de los impuestos. Puedes ir a la cárcel por un tuit-convocatoria, pero ningún defraudador bancario o de la alta sociedad o de la aristocracia palaciega atravesará la zona de sombra; todo lo más los retirarán del museo de las figuras de cera. A la juventud se la expulsa del país bajo la orla de su generosidad aventurera, aunque ellos no dejen de gritar: No nos vamos, nos echan. Los desahucios se han convertido en una cuestión de estado y los últimos más parecen el asalto al palacio de la Moneda que otra cosa, dado el inmenso despliegue de policías, cizallas y martillos de derrumbe. Más de 30.000 millones de euros se dan por perdidos en el estómago insaciable de esa banca privada que, en conchabeo con el gobierno, viene a decirle a la chusma que ahorre todo lo que pueda por si en el próximo periodo hay que rescatar de nuevo a la banca. El gobierno dice que hay luz al final del túnel sin decirnos el precio al que ha quedado después de la última subida. Y si hay luz, ¿cómo nos dice que habrá el 26% de paro en 2014? ¿Quién ha hablado de inflexión? ¿O quizás han dicho genuflexión? ¿Cómo es posible aceptar sin llorar de vergüenza que tenga que ser una jueza argentina la que se dedique a perseguir a los torturadores del franquismo?
Y a todo esto la política de gobierno (sobre todo por parte del PP), en esta sociedad del espectáculo, se ha convertido en el ejercicio de la mentira. Para el gobierno la verdad equivale a decir una mentira en la zona de prime time de la TV y que no haya posibilidad de refutación. La mentira bien dicha en hora de máxima audiencia equivale a la verdad. Silencios y mentiras, en una cadencia cada vez más rápida, buscan un efecto de anestesia social, de resignación, de agotamiento de las meninges. Quiero decir que se está intentando una suerte de lobotomía social.
¿Y la respuesta? ¿Se han enterado algunos que se cargan el poder adquisitivo de las pensiones y le abren un enorme boquete a los planes privados en manos de la banca? (Tiene mucha más salud el puente de Toledo que el extinto pacto de Toledo). Es preciso, eso sí, saludar las mareas y movilizaciones contra la invasión de la enseñanza y la sanidad públicas por parte de las tropas del neoliberalismo. La huelga de enseñantes en Baleares quizás señala el camino que hay que seguir en un país infectado de huelgas simplemente simbólicas. Hay respuesta, pero, ¿se han enterado algunos que lo único que explica hasta el momento nuestras derrotas es que somos pocos todavía? ¿Han retenido las diferentes fechas de las futuras movilizaciones que van desde Jaque al Rey hasta el anuncio para la próxima primavera de innumerables marchas que desembocarán en el rompeolas de todas las Españas, supongan que hablo de Madrid? ¿Han terminado de comprender algunos que no quieren acabar con el paro sino con el salario y que si nos descuidamos empezaremos a trabajar por la comida? ¿Han comprendido otros el grito angustiado e iracundo de la marea violeta y feminista cuando acompasan sus voces en aquel pareado de “quitar vuestros rosarios de nuestros ovarios”? ¿Han llegado a profundizar el intento de cohesión penal de Gallardón a través de un código que considera enemigo a todo aquel que se mueva?
En fin. ¿Qué hacemos? ¿Qué podemos y debemos de hacer? ¿Aceptaremos un acuerdo de punto final sobre el vendaval de corrupción? ¿Terminaremos de apiadarnos ante un monarca cumplido que parece estar abdicando a pedazos? ¿Nos plegaremos ante un pacto bipartidista para una nueva transición-restauración? Y una pregunta final, y aquí lo dejo por ahora: ¿La respuesta que estamos dando es proporcional a la contundencia de la agresión que venimos padeciendo? ¿Podremos explicar en los tiempos venideros que sí, que protestamos, que gritamos y pataleamos contra la dictadura que se nos aplicó en nombre de la libertad de mercado?
Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Al hacer clic en el botón Aceptar, aceptas el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Más información
Privacidad