El asturiano Rafael Reig cuenta en Todo está perdonado una intriga que adoba con referencias de medio siglo de la historia reciente de España y que culmina en la Eurocopa de 2008
Luis M. Alonso
La Nueva España
14/04/2011
Cuenta el novelista que aquella fue la noche de la redención de España. Sólo podría serlo desde la ficción y en términos estrictamente irónicos. De modo que, como escribe Rafael Reig (Cangas de Onís, 1963), el centésimo octogésimo día del calendario gregoriano, festividad de San Pedro y San Pablo, quedará para los anales, pudiendo haberse consagrado también a San Luis Aragonés y a San Fernando Torres. En el Prater, la selección de fútbol de España, si lo prefieren la Roja, se imponía en la final de la Copa de Europa a la Mannschaft, un equipo con la victoria en sus genes, cuarenta y cuatro años después del legendario gol de Marcelino a Rusia.
Cuando en la carretera de Pont-l’Abbé a Quimper, al paso de un vehículo con una matrícula española, aquellos dos bretones salieron eufóricos de un bar para festejar con vítores los triunfos de la selección en las eliminatorias europeas, todavía no se había disputado la final de Viena. Yo, por tanto, desconocía que el inspector Clot iba a volver al Madrid melancólico de fábula, partido por el Canal, de las dos orillas: la izquierda y la derecha, para hacernos rememorar que lo que ocurriría un par días más tarde en la capital de Austria era la hostia. Más que la exclamación pronunciada por el manchego Iniesta ante las cámaras de televisión, la «hostia consagrada», protagonista de la intriga: la presencia real del cuerpo y la sangre de España, tal como lo cuenta el propio Reig en Todo está perdonado, la novela ganadora del VI premio Tusquets, deudora de la Transición y de sus trampas.
La novela de Reig, un buen escritor tan impetuoso como irreverente, culto y caótico, es un disparate en el mejor sentido que define la palabra. En ella, hay un orden establecido, incluso con un prometedor índice, que al lector a veces le cuesta seguir, más pendiente de las incursiones históricas y anecdóticas que de la propia trama. En Todo está perdonado, hay mucho más que el propio hilo narrativo policiaco: de ella surgen a borbotones, casi todo es excesivo en Reig, buenísimas páginas, situaciones hilarantes, guiños de una gran mordacidad que ayudan a consumir el producto. Hay por ahí rondando costumbrismo barojiano y personajes que parecen sacados de las primeras novelas de Eduardo Mendoza. De fondo, figura un recuento de medio siglo de la historia de España que concluye con el partido del Prater y arranca en los años cincuenta cuando los cachorros del franquismo inician un despegue que les permitirá presumir de demócratas durante la Santa Transición, que es como el autor ha bautizado a un período que él mismo juzga como un trueque urdido por los que ganaron la guerra para que sus hijos pudiesen ganar también la paz, en lugar de hacerlo los rojos. Y acaba precisamente con la redención y el perdón obtenido por la vía del símil futbolístico en la Eurocopa de 2008.
Para ello, Reig parte de una intriga. Laura Gamazo, hija de un empresario que se enriqueció durante el franquismo, muere envenenada el día de su boda. Su padre, Perico Gamazo, recurre a Antonio Menéndez Vigil, ex guardia civil y ex agente retirado, protegido suyo para que investigue el caso. Éste, al hilo de los acontecimientos, rememora los tiempos en que su progenitor y el de Gamazo entablaron amistad compartiendo la celda en la que permanecieron encerrados por los republicanos. Las propias vidas de las familias van despejando el camino para desentrañar la intriga.
Y mientras tanto fluye ese Madrid a borbotones y la ironía del propio autor, que se manifiesta desde el propio título de la novela. Todo está perdonado equivale a que aquellos polvos trajeron estos lodos. Reig, militante también en la ficción, no oculta una vez más que la ruptura hubiese sido mejor que el perdón que se concedieron los dos bandos. No es el único que lo piensa, pero sí probablemente el que mayor esfuerzo dedica a expresarlo por escrito.
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