Mujer, niña y ciencia

Rosa Irene de Castro Díaz (*)

El Ateneo de Granada Republicana UCAR / El Independiente de Granada

02/03/2021

Este mes, el 11 de febrero, se ha conmemorado el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, con multitud de actos y homenajes. La ONU proclamó este día en 2015 para destacar la importancia del acceso de las mujeres y niñas a la educación en igualdad, permitiéndoles un acceso pleno a la investigación científica, la tecnología y la innovación, destacando así el papel de la mujer en la transformación democrática y económica global. Este acceso igualitario a la formación en todos los niveles y áreas de conocimiento por parte de las mujeres y las niñas, es condición sine qua non en la evaluación de avances democráticos y progresistas de cualquier estado, y así fue incluido en la Agenda del Desarrollo Sostenible 2030, aprobada en 2015 por todos los países miembros, incluido España.

Ahora bien, cabe preguntarse si en España este ambicioso proyecto, revolucionario en su planteamiento, entendiendo la palabra revolucionario en este contexto y como el germen de la  transformación de estructuras y órganos de poder patriarcales, es producto sólo de la evolución del pensamiento contemporáneo y de lo políticamente correcto, o es un cambio que tiene precedentes contrastados en nuestro país; cambio que además, se hace imprescindible para avanzar en una profundización realmente democrática del aparato del Estado.  Quienes creemos que esta transformación es posible y necesaria, también pensamos que sólo en un estado republicano se podría abordar este reto con garantías realmente democráticas y de progreso.

Y sí, tiene un precedente en el S. XX en nuestro país: la Institución Libre de Enseñanza, la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE) y la Residencia de Señoritas. Esta última entidad, fundada en 1915 por la JAE dentro de la Residencia de Estudiantes, fue la primera institución para impulsar la participación de la mujer en la ciencia, dotando de becas para el estudio universitario a mujeres, facilitando estancias en EEUU y financiando un laboratorio de química en sus instalaciones.

Si bien es en estos años del primer tercio del S. XX (la llamada edad de plata de la ciencia española del S. XX) cuando comenzó tímidamente el impulso de la investigación en nuestro país, con distintos gobiernos liberales, no fue hasta la 2a. República cuando se produjo el despegue de la ciencia moderna, gracias al respaldo institucional del Estado a la JAE, a través de financiación y dotación de medios con vocación de continuidad, condición indispensable para el avance en la formación e investigación científicas.

El gobierno de la 2a. República permitió, con recursos, una estructura para el desarrollo científico técnico: campus en los alrededores del Museo de Ciencias Naturales y la Residencia de Estudiantes; auditórium para el intercambio científico y cultural; nuevos laboratorios; construcción y dotación necesaria para el sostenimiento del Instituto Nacional de Química y Física; amplió las becas a estudiantes y científicos para su formación en el extranjero; construyó el Instituto Cajal de Biología, aprobado desde los años 20 pero materializado en 1932; abordó la modernización de las Universidades incidiendo en su papel en la formación y la investigación científicas. Es, además, en el Instituto de Química y Física, donde iniciaron sus carreras varias de las primeras científicas españolas (algunas colaboraron con Marie Curie).

Esta apuesta del gobierno republicano por el reforzamiento de la ciencia y la educación obedecía a un concepto profundamente democrático de participación en igualdad, de laicismo e independencia intelectual respecto de los poderes conservadores y eclesiásticos de nuestro país, que dominaban la educación y universidades.

Pese al poco tiempo que duró la 2a. República, consiguió impulsar e imbuir en el ámbito académico y científico los preceptos de la Institución Libre de Enseñanza, estableciendo las bases que todavía perduran en la concepción del papel que la ciencia y la educación han de jugar en la sociedad.

También a los valores republicanos debemos el papel protagonista de la mujer en la ciencia, impulsado decididamente por José Castillejo, secretario de la JAE y estrecho colaborador del Ministerio de Instrucción Pública, al exigir que hubiera mujeres en los programas implementados, llegando a tener un 22% de presencia femenina.

Lamentablemente, el exilio forzado en 1939 de nuestros mejores pensadores y el anonimato forzado de estas brillantes mujeres, debido al golpe de estado y a la Dictadura franquista, sigue siendo una factura que estamos aún hoy, pagando en nuestro país.

Parte sustancial de esta factura es la deficitaria participación de la mujer en la estructura de la ciencia y en puestos importantes de las universidades españolas. Continúa la brecha de género, que ha sido puesta de manifiesto en distintos estudios actuales. Así, el porcentaje de mujeres que consiguen finalizar con éxito sus carreras científicas y académicas es mucho menor de las que empiezan; a medida que avanza su carrera, son los hombres quienes logran mejores éxitos científicos y puestos económica y socialmente más valorados, quedando invisibilizadas en muchas ocasiones las aportaciones de las mujeres científicas a esos éxitos.

Queda mucho camino para lograr la integración femenina plena y su papel en el sistema de ciencia y tecnología de nuestro país, pero la participación cada vez más creciente de la mujer y su concienciación política, cuestionan de facto las limitaciones que el Régimen Monárquico del 78 ha establecido, haciendo que la necesidad de estructuras democráticas y de empoderamiento sean cada vez más demandadas socialmente; estructuras que sólo tienen cabida en una concepción republicana del estado.

(*) Rosa Irene de Castro Díaz, gestora de proyectos de investigación en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), es socia de la asociación Granada Republicana UCAR.

http://www.elindependientedegranada.es/politica/mujer-nina-ciencia

Poética republicana y pragmatismo político

Francisco José Segovia Ramos (*)

El Ateneo de Granada Republicana UCAR / El Independiente de Granada

28/01/2021

En tiempos convulsos como los que vivimos, el debate sobre el sistema jurídico, político e incluso estatal sale a la palestra con más virulencia que en épocas más calmas para el sistema imperante.

De nuevo, la cuestión de la forma de estado, monarquía o república, es puesta sobre la mesa por asociaciones, partidos políticos o personalidades de diferentes ámbitos, como si el mero cambio de un régimen por otro fuera la panacea de todos los males que afectan a la democracia española.

No es la monarquía actual ―por ende, ninguna en cualquier momento de nuestra historia contemporánea― ni la solución a problemas endémicos del país ni, por supuesto, la imagen donde el común de los mortales pueda verse reflejado sin vergüenza ni sonrojo. La alternativa que se plantea, pues, no es otra que la vuelta a la república.

Que una institución que se ha demostrado inepta, corrupta en muchas ocasiones, derrochadora de medios y recursos, ajena a los problemas cotidianos de los ciudadanos a los que representa e incapaz de tener un discurso que represente cada sensibilidad del país, no garantiza per se que la deseada por muchos de nosotros república vuelva. ¡Ojalá fuera tan sencillo como plantearla como cura y remedio para los males heredados de cuarenta años de dictadura y otros tantos de silencio cómplice en los cuales han medrado los mismos que alabaron dictadores e hicieron genuflexiones a sus sucesores! Es una idea idealista, poética, si cabe, pero irreal.

La república no llegará a España por mucho que los que abogamos por su implantación critiquemos y hagamos públicas las corruptelas, líos de faldas, tarjetas irregulares y demás negocios poco claros de la monarquía. Adláteres del actual rey, y de su padre, medios de comunicación y entes corporativos seguirán sosteniendo el sistema mientras le venga bien a sus intereses y mantenga sus prebendas.

En el mundo de hoy, donde la información de los más importantes medios de comunicación se equipara en muchos momentos a la tergiversación, es difícil, cuando no imposible, convencer a la ciudadanía de la necesidad de un debate república/monarquía con meros componentes utópicos de cambios maravillosos de un día para otro. No bastan enarbolar banderas tricolores o cantar himnos de Riego si quedan en mera nostalgia de lo que fue y, por desgracia, quedó abortado casi nada más nacer.

El debate, como decía al principio, está ahí por mucho que los continuos sucesos y noticias lo soslayen o intenten enviarlo al limbo de lo poco importante. Y eso es lo que queda en el imaginario colectivo: que decidir entre monarquía y república es una cuestión baladí, innecesaria porque no es de interés general y porque, además, la mayoría sigue siendo monárquica (aunque el propio CIS lleva años sin preguntar en sus encuestas sobre la valoración de la figura real y la posibilidad de un cambio constitucional).

Pero dejemos la poética republicana a un lado y miremos al futuro. Llegarán épocas mejores a poco que la pandemia se convierta en un mero pero terrible recuerdo, y quizá vivamos una crisis económica antes de poder remontar en unos años y volver a creer que estamos en el mejor de los mundos, y la monarquía seguirá estando ahí, como una arcaica institución que resiste al paso de los siglos y a las razones de la historia. Y ahí es en donde el republicanismo tiene que fortalecerse, armarse de razones sólidas y contundentes, convencerse de que sí es posible implantar una república en España, y, lo más importante, convencer a la ciudadanía de que ese cambio de modelo estatal será mejor para el país.

¿En qué razones ha de fundamentarse esa aseveración? ¿Qué hace a una república superior a una monarquía? Por supuesto, el mismo hecho de que es una institución democrática en la que cualquiera puede llegar a ser su presidente y en la que los privilegios de la herencia dinástica y el patrimonio del estado no pasen de padres a hijos o hijas. Pero también la hace mejor su tradición histórica basada en la razón y las tres palabras hasta entonces imposibles que nacieron durante la revolución francesa: libertad, igualdad, fraternidad.

Ser republicano significa entender la democracia como la participación de todos en todos los ámbitos de la vida social, judicial y política, sin que puedan primar los privilegios de una casta que lo son simplemente por herencia genética. Hay que hacer comprender a la ciudadanía que de ellos ha de depender cada institución del estado: que con sus votos, sus manifestaciones, sus recogidas de firmas o sus opiniones se pueden cambiar las cosas que no funcionan. La república, que no es sino una “cosa del pueblo”, se convierte así no en un referente inmaterial, inasible, que pertenece a “otros” (llámense congresistas, alcaldes o ministros), sino en un marco donde se desarrolle una auténtica vida democrática, sin falsos clichés, alabanzas a próceres que no lo merecen y sin las reticencias a cambios necesarios para acabar con las desigualdades e injusticias que ahora existen.

Y entonces nos deberá dar igual los símbolos que se usen. Olvidémonos de la poética heredada de 1931 e intentemos que una misma bandera, un mismo himno, un mismo sentido de estado, llene hasta la última esquina de la vieja piel de toro. De lo contrario, el péndulo cambiará de lado, pero no garantizará que no volvamos a sufrir otra restauración.

(*) Francisco José Segovia Ramos, escritor y funcionario del Ayuntamiento granadino, forma parte del colectivo ciudadano Granada Republicana UCAR. Su última novela es “Cuatro días de julio” (Ediciones en Huida, 2020).

http://www.elindependientedegranada.es/politica/poetica-republicana-pragmatismo

Publicación de la novela “Cuatro días de julio”

Nuestro compañero Francisco José Segovia Ramos, socio de Granada Republicana UCAR, acaba de publicar “Cuatro días de julio” (Ediciones en Huida, 2020), una magnífica novela ambientada en la Granada de 1936, concretamente en las jornadas en las que triunfó el golpe fascista contra la II República.

Como aperitivo de su lectura os ofrecemos el prólogo del libro, escrito por José María García Labrac, presidente de la asociación.

Podéis adquirir la novela entrando en https://www.edicionesenhuida.es/producto/cuatro-dias-de-julio/. De camino, os podéis dar un paseo por el Mapa de la Memoria Histórica de Granada, un espacio para conocer a fondo la ciudad que retrata Paco Segovia en “Cuatro días de julio”: https://www.mapamemoriagranada.es.

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