Escritoras románticas españolas contra la esclavitud (homenaje a María Victoria Prieto Grandal)

Escritoras románticas españolas contra la esclavitud (homenaje a María Victoria Prieto Grandal)



El pasado lunes, día 7 de octubre, falleció en Granada la histórica luchadora feminista María Victoria Prieto Grandal (Ferrol, 1943), catedrática jubilada de instituto de Lengua Castellana y Literatura. Desde la Junta Directiva de UCAR-Granada queremos homenajearla con la publicación del presente texto, el cual escribió para la edición 2010 del Coloquio Internacional «Mujeres y ambiente en la historia y la cultura latinoamericanas y caribeñas», celebrado en La Habana:

La pavorosa situación en que se encontraban los esclavos y su ineludible liberación, a fines del siglo XIX, se convirtieron en un motivo reiterado de la literatura romántica escrita por mujeres. Son ellas las que deben de llevarse el mérito de haber denunciado tal ignominia
04/03/2011
En los manuales de Historia moderna y contemporánea que se han estudiado en
España tanto en el Bachillerato como en la Universidad ―incluso en la carrera
específica de Historia― lo normal era silenciar el tema de la esclavitud. Nunca
los estudiantes oímos una palabra a ningún profesor sobre la esclavitud y la
abolición en mi país. He preguntado a personas de mi generación y tienen
asociada la esclavitud a Estados Unidos, porque nos la mostró la literatura y
más tarde la televisión y el cine; y los más jóvenes tampoco la estudian. 
Personalmente, recuerdo el asombro que me causó, en el año 1971, leer en
un legajo del XVIII en la Notaría de La Rambla (Córdoba), dos documentos de
manumisión de esclavas, que el Notario me enseñó, después de uno con la firma de
Cervantes, porque pensó que me podrían interesar; le sigo agradecida porque me
abrió los ojos a un tema, por lo visto, tabú. 
De lo que sí disponemos
hoy es de bibliografía que aún no ha llegado a las aulas. Entre los múltiples
trabajos, me centraré en aquellos que se refieren a las escritoras del XIX que
denunciaron el esclavismo y han sido rescatadas del olvido gracias a
investigadores como Mª del Carmen Simón Palmer

LA IMAGEN DE LA MUJER
EN EL ROMANTICISMO


El culto al sentimiento frente a la razón ―una de
las manifestaciones del Romanticismo en el XIX― favoreció a las mujeres, ya que
la cultura burguesa las asociaba con la emoción y la sensibilidad, por lo que
pudieron intervenir en la creación de un lenguaje capaz de expresar las propias
experiencias, al tiempo que la ideología romántica garantizaba ―como señala
Susan Kirkpatrick― “un determinado tipo de autoridad femenina”. Y dado que el
Romanticismo enaltecía el hogar como refugio seguro, se produjo la construcción
de la intimidad, lo que facilitó a las mujeres la lectura, la reflexión y como
resultado de ello, la dedicación a la escritura. 
Pero la misoginia se
vio acrecentada en el período romántico, debido al desarrollo de la
interpretación del cuerpo femenino llevada a cabo en el siglo XVIII por Rousseau
y sus seguidores. En la literatura y la prensa del XIX, a partir de 1840, va
tomando cuerpo la imagen burguesa de la mujer como “ángel del hogar” y quedan
muestras de esta construcción ideológica y de cómo era tachada de inmoral toda
mujer que aspiraba a realizar alguna actividad no considerada “femenina”. 
Por otra parte, la curiosidad de los científicos románticos por
territorios desconocidos, llevó a algunos a la investigación de esa otra
terra incognita que era para ellos la naturaleza femenina. Es entonces
cuando nace la ginecología que estudia “un cuerpo patológico”. Freud calificó a
la psique de las mujeres de “enigma de la naturaleza femenina”. 
De esta
forma, el modelo de vida al que se somete a las mujeres en esta época entra en
contradicción con la esencia misma de lo romántico: la libertad como lema
supremo. Las fronteras establecidas tradicionalmente para las mujeres han sido
el zaguán ―orilla del encierro― y la ventana ―linde hacia el mundo vedado de lo
público, franqueable solo con la vista y la imaginación―. Es significativa la
confesión que hace la poeta romántica tardía Rosalía de Castro (1837-1885) en
una carta a su marido: “Si yo fuese hombre, saldría en este momento y me
dirigiría a un monte […] tengo sin embargo que resignarme a permanecer encerrada
en mi gran salón”. 
Las salidas al espacio público estaban restringidas a
la iglesia o a hacer visitas, actividad que se institucionalizó precisamente en
el siglo XIX; aunque las mujeres de la burguesía disfrutaban de cierta
autonomía; sin embargo, no podían evadirse de la presión psicológica sobre su
conducta. A este respecto afirma Carolina Coronado (1821-1911)

¡Libertad! ¿pues no es sarcasmo 



el que nos hacen sangriento 



con repetir ese grito 



delante de nuestros hierros? 

Las
mujeres románticas esgrimieron el ansia de libertad para convertirse en
ciudadanas de pleno derecho. Fue una labor incesante y enfrentada a la sociedad
patriarcal, en la que grupos de mujeres instruidas y valientes abrieron brechas,
aprovechando los tímidos avances que les proporcionaba la ideología liberal del
momento. Uno de estos avances fue la creación de escuelas de niñas, ya que a los
poderes públicos les preocupaba que la ignorancia de las madres no era
conveniente para la educación del ciudadano. 

ESCRITORAS
ABOLICIONISTAS


Y fue en este siglo cuando, por primera vez en la
historia, las mujeres dispusieron de foros de debate a favor de la libertad, la
primera vez que va a tener cabida la voz de las mujeres en el mundo patriarcal
de la palabra. 
El auge de la prensa diaria y de las revistas fue una
puerta abierta para las escritoras, donde muchas autoras publicaron sus primeras
obras. Y así, muchas escritoras románticas, empuñando como armas la pluma y la
palabra, fueron participando, poco a poco y, en algunos casos, fundando, no solo
revistas, también liceos, centros culturales para mujeres y ateneos. 
Ejemplo del escándalo que provocaba en la época la actividad pública de
las mujeres es el caso de la primera mujer que pronunció una conferencia en el
Ateneo de Madrid, en 1884, la escritora y librepensadora Rosario de Acuña (1851-1923). En una reseña sobre el acontecimiento, se afirmaba que la sala se
llenó de tal forma de señoras que “los socios no encuentran donde sentarse […]
y la prensa advierte del peligroso precedente y asegura que no es probable que
la situación vuelva a repetirse”. 
Fue notable el activismo que las
mujeres llevaron a cabo en sociedades de librepensadoras, ateas y republicanas;
e influyó en ellas la actitud romántica que intentaba hacer visibles a los
marginados. Esta romántica bajada a los submundos la recorren también en sus
versos algunos poetas varones: Espronceda en sus canciones “El pirata”, “El mendigo”, “El reo”, “El verdugo” y “Los cosacos”, diseña el canon poético de la
exclusión social de los fuera de ley. Hubo escritoras que volcaron su actividad
literaria en sociedades de cariz cristiano; tal es el caso de la granadina
Enriqueta Lozano (1829-1895) que dedica sendos poemas a “El mendigo” y a “Un
expósito”. Es otra la ideología de Rosalía de Castro, que da voz a los
emigrantes y asalariados en varios poemas en gallego y en castellano. 
El
poderoso movimiento abolicionista de las intelectuales españolas, influidas por
norteamericanas e inglesas, tiene que ver con este aspecto del romanticismo, ya
que publicaciones de estas llegaban a España; y españolas como Concepción Arenal (1820-1893) ―conocida en toda Europa como insigne jurista― publicó algún
artículo en revistas de EE.UU. Las españolas no solo escribieron poemas, dramas
y ensayos antiesclavistas, sino que participaron públicamente en actos como
manifestaciones y mítines. 
Desde principios del XIX se produjo en EE.UU.
la participación de las mujeres protestantes en movimientos sociales a favor de
la abolición de la esclavitud, lo que ayudó a la rápida concienciación de las
mujeres. La analogía entre los esclavos sin derechos y las mujeres era evidente.
Se fundaron tres organizaciones femeninas, en Boston, Filadelfia y Nueva York;
en las dos primeras luchan codo con codo negras y blancas. 
Y en 1837 se
convoca el Primer Congreso antiesclavista femenino; se dieron además
conferencias en muchas ciudades, en las que, entre otras cuestiones, denunciaban
la complicidad de la Iglesia en el mantenimiento de la idea de que los negros
eran inferiores. La reacción de los Pastores no se hizo esperar con una
declaración en la que afirmaban que las mujeres no debían ocuparse de los
asuntos públicos. Pero las mujeres no se acobardaron ante esta crítica y, a la
denuncia de la esclavitud, sumaron la de los derechos de las mujeres, así
Angelina Grimké declaró: “No solo defendemos la causa de los esclavos, sino
también la de la mujer como ser normal y responsable”. 
El Gobierno
español, presionado por el inglés, promulgó la primera ley de abolición de la
esclavitud en 1837, pero se aplicó solo al territorio metropolitano y excluía a
los de ultramar. 
En 1865 fue decisiva la presencia en España del
matrimonio formado por Harriet Brewster, abolicionista de origen estadounidense
y Julio de Vizcarrondo, hacendado y periodista puertorriqueño. Ella convirtió a
su esposo a la causa antiesclavista y, después de haber liberado a sus propios
esclavos en Puerto Rico, vinieron a Madrid para promover la abolición. Gracias a
su iniciativa se crea la “Sociedad Abolicionista Española”. El mismo año se
funda el periódico El abolicionista que en 1866 organizó un concurso
literario ganado por Concepción Arenal con su poema “La esclavitud de los
negros”. 
Después de la revolución de corte liberal conocida como “La
Gloriosa”, se promulgó en 1870 una ley llamada de “vientres libres” que concedía
la libertad a los futuros hijos de las esclavas. En 1871 la Sociedad
Abolicionista Española hace un manifiesto a la nación y a las Cortes españolas,
exigiendo la inmediata abolición. Y en 1872 se elaboró un proyecto de ley de
abolición en Puerto Rico, contra el que se desató una feroz oposición, pues se
veía en la liberación de los 31.000 esclavos portorriqueños, el preámbulo de la
liberación de los casi 400.000 cubanos. A este respecto es ilustrativa la novela
de Carme Riera Por el cielo y más allá donde la escritora da cuenta de
que
    la isla de Cuba, la siempre fidelísima perla, contaba con una población de
    un millón siete mil doscientas sesenta y cuatro almas. A pesar de que para
    algunos los negros no la tuvieran, también habían sido incluidos en el cómputo y
    por primera vez sobrepasaban a los blancos en casi doscientos mil.
Para
oponerse al proyecto, se crearon en varias ciudades Círculos Hispano
Ultramarinos y la Liga Nacional Antiabolicionista. Muchos no utilizaban
razonamientos esclavistas, sino que justificaban su actitud con argumentos
supuestamente patrióticos, como su oposición a someterse a los dictados del
extranjero, que los propietarios de las plantaciones responderían haciéndose
independentistas o que el daño económico de la medida sería incalculable ―aunque
algunos propietarios cubanos echaban sus cuentas y les salían más baratos
trabajadores asalariados que esclavos―; y otro de los argumentos
antiabolicionistas era que actuaban por el bien de los propios esclavos: si se
los liberaba, los esclavos “quedarían en paro”, en palabras de hoy. 
Sin
embargo, después de la abdicación en 1873 del rey Amadeo I de Saboya, el
Parlamento, dominado por una alianza de monárquico-progresistas y de
republicanos, Castelar entre otros, proclamó la Primera República y en 1873
aprueba, por voto unánime, la ley de abolición en Puerto Rico
Años más
tarde, en 1880 el conservador Cánovas aprobó, casi sin oposición por parte de
los que antes defendían ideas esclavistas, una ley de abolición de la esclavitud
de forma gradual en Cuba. Lo paradójico del asunto estriba en que muchos
esclavos se habían “autoliberado”, aceptando la libertad que les ofrecían los
independentistas cubanos a cambio de luchar contra el ejército español. Así
pues, sucedió lo contrario de lo que pronosticaban los antiabolicionistas: la
abolición de la esclavitud convirtió en independentistas a los esclavos y no a
los propietarios de esclavos. 
Varias escritoras abolicionistas han
dejado constancia de sus convicciones antiesclavistas: la granadina Rogelia León (1828-1870) escribió un artículo con el largo y significativo título: “A las
piadosas señoras de todos los países que trabajan con ardor en la emancipación
de los esclavos” y compuso “La canción del esclavo”, poema al que confiere un
ritmo similar al de las dos primeras estrofas de la “Canción del pirata” de Espronceda. En él desgrana sus ideas sobre el oprobio de la esclavitud en boca
de un esclavo y expone la idea del “buen salvaje”:

Soy esclavo,
nombre infausto; 



nombre odioso y maldecido; 



soy el perro escarnecido 



que castiga su señor. 



[…] 

Dejadme ver a mis hijos 



y a mi
amada, yo os lo ruego, 



[…] 

esos hombres inhumanos 



deben, sí,
deben morir. 



No, no, debo esclavizarlos, 



ser cruel cual ellos fueron 



y que sepan lo que hicieron 



y que aprendan a sufrir. 

Impresionante fue la lectura que Carolina Coronado realizó de su
soneto “A la abolición de la esclavitud en Cuba”, con motivo de la fundación de
la Sociedad Abolicionista. Desde un balcón, con gesto teatral, el cabello al
viento y voz firme, recitó ante la multitud: 
[…] Sonó la libertad,
¡bendita sea! 

Pero después de la triunfal pelea, 



no puede haber esclavos
en España
[…]. 


Tal escándalo provocó el poema, así como unas
declaraciones suyas contra “los manejos yankees”, que le costaron el cese a su
marido, Horacio Perry, como primer secretario de la Embajada de Estados Unidos
en Madrid. 
En 1841, Gertrudis Gómez de Avellaneda (1814-1873) publicó en
España su novela Sab, tildada por algunos críticos de
romántica-sentimental, ya que se basa en un triángulo amoroso. Sin embargo, lo
nuevo de esta novela es que la autora cubana se distancia de la reconocida como
novela femenina al crear unos protagonistas que se salen de la norma: el
esclavo Sab y las dos mujeres, Carlota y Teresa, no se contentan con el papel
que se les ha asignado en la vida. 
La Avellaneda se centra en el
análisis de la injusticia social que supone el esclavismo y la crítica de las
condiciones de vida de las mujeres; y proclama, certeramente, que las cadenas
que ataban a los negros de Cuba estaban forjadas en la misma fragua de la
intolerancia, de la explotación y del abuso en que se venían fabricando las que
oprimían a las mujeres. Lo que termina haciendo de ella la primera novela
abolicionista escrita en español y anterior a La cabaña del tío Tom, de
Harriet Beecher Stowe (1811-1896) publicada en 1852. 
Faustina Sáez de Melgar (1834-1895) escribe el drama La cadena rota en 1879, en el que
denuncia la permanencia de la esclavitud en Cuba. La obra está ambientada en un
ingenio del que es dueña Rosa, la cual va a casarse con Horacio, primo suyo, que
llega de España. Él se queda desconcertado al comprobar el trato que la
hacendada da a sus esclavos, porque ya no se conoce la esclavitud en España,
exclama: […]esa negra esclavitud / baldón de la humanidad / me hace daño
[…], muestra así su punto de vista la autora. 
Y uno de los personajes
explica su actitud: 
[…]ten presente que en España

no se
conoce el esclavo



y que Horacio al fin y al cabo 



estas costumbres
extraña
[…]. 


En la hacienda trabajan dos esclavos hermanos: Azella y
Ruderico, son mulatos e instruidos. Horacio se enamora de Azella e intenta
liberar a los dos. La autora, construye con acierto un desenlace trágico,
plateando frente a la liberación ―lo que convertiría a la obra en un melodrama―
la muerte. En palabras de Azella: 

Siendo libre viviré 



si así lo
quiere mi suerte 



pero, si no, con la muerte 



mi cadena romperé

El poema de Concepción Arenal, “La esclavitud de los negros”, fue
publicado en El Abolicionista en 1875. Incomprensiblemente, aunque citado
en algunos estudios, no ha sido publicado hasta 2006. Llama la atención la
solemnidad épica de esta larga silva (500 versos) que comienza con un
endecasílabo, a manera de invocación de estilo homérico: ¡Oh musa del dolor!
Dame tu llanto
―compárese con el comienzo de La Ilíada: “Canta, oh
diosa, la cólera del Pélido Aquiles”. 
La autora enumera los horrores de
la esclavitud y en nombre de la justicia, invoca a los hombres para que rechacen
tal ignominia: 

¡Hombres, venid a redimir al hombre;



la causa es
santa, desertarla mengua!


Resulta muy valiente su acusación contra
los cristianos, los traficantes y los poseedores de esclavos, a los que da el
calificativo de “fieras”. También culpa a las mujeres del abuso ―¡Oh,
Esclavitud!
[…]¿De los hombres no basta que hagas fieras? / ¡Las
mujeres también, las nobles damas!
—, hasta el punto de llamar a una dueña de
esclavos “leona furiosa” y “feroz verdugo”. La poeta, en este punto, no excluye
a las mujeres del horror, adelantándose a las historiadoras feministas de la
década de los setenta que investigaron sobre las mujeres que ejercieron la
violencia y la opresión sobre sus semejantes a lo largo de la historia. 
El poema concluye con un apóstrofe a la patria, pidiéndole que no
consienta tal crimen de lesa humanidad: 
[…]si fue la esclavitud tu
horrible herencia, 

la santa libertad lega a tus hijos. 



[…] 




justa ¡oh patria mía! y serás grande. 


Es necesario recordar que
España fue la penúltima nación del mundo que abolió la esclavitud en 1886,
seguida de Brasil. La pavorosa situación en que se encontraban los esclavos y su
ineludible liberación, se convirtieron, por simpatía, en un motivo reiterado de
la literatura romántica escrita por mujeres. Son ellas las que deben de llevarse
el mérito de haber denunciado por humanidad, por solidaridad, tal ignominia. 
———————————- 

BIBLIOGRAFÍA

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movimiento romántico español
, Ed. Gredos, 2ª edición, Madrid, 1967. 
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Instituto de la mujer, Biblioteca de escritoras, Madrid, 1992. 
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Rogelia, Auras de la Alambra (Poesías), Imprenta de José María Zamora,
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utopía en algunas escritoras durante la Restauración. (Las mujeres en la
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, Montejo Gurruchaga, Lucía y Baranda
Leturio, Nieves, coordinadoras, UNED, Madrid, 2002. Mil escritoras españolas
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Toril Moi,
Teoría literaria feminista, Ed. Cátedra, Madrid, 1988. 
http://laventana.casa.cult.cu/modules.php?name=News&file=article&sid=6038

* En la fotografía, Marivi posa en la biblioteca dublinesa de James Joyce.

Hegemonía cultural y estrategia equivocada

Hegemonía cultural y estrategia equivocada

Pedro Fresco
07/10/2013
Después de la encuesta de Metroscopia del mes de octubre para EL PAÍS, en la que el PP parece recuperar tres o cuatro puntos porcentuales de voto respecto al mes anterior, ha surgido de nuevo una ola de pesimismo entre todos los que son opuestos a las acciones y políticas de ese partido. Escuchando hablar por la calle o simplemente leyendo los comentarios de los periódicos digitales o el propio twitter, puedes observar comentarios del tipo“van a ganar las elecciones otra vez”, “la gente es imbécil”, “este país no tiene remedio”, etc.
Estas reacciones pasionales son muy españolas y creo que expresan bien una realidad poco edificante. El otro día comenté que es entendible que los votantes rezagados del PP quieran creerse sus patrañas, pero que reaccionar así demostraba que los opuestos al PP acababan creyéndose también esas patrañas. Aceptar eso de que “si la economía vuelve a crecer ganarán las elecciones” es precisamente ser víctima de esa propaganda, porque entonces se asume lo que ellos quieren que se asuma, que el crecimiento o las cifras macro económicas son lo único importante y que lo demás no importa. Mucho cuidado en caer en las garras propagandísticas del adversario, no vaya a ser que también pertenezcamos a ese grupo de tontos sobre el que despotricamos.
Técnicamente la encuesta de Metroscopia de octubre da los mismos resultados que la de julio, así que no hay nada tan raro. Metroscopia cambió hace unos meses su estimación de participación de poco más del 50% a más del 60%. Esos más de diez puntos de diferencia hicieron que el PP, que sacaba porcentajes de voto inferiores al 25% con baja participación, automáticamente subiese al 35% sin cambiar nada. Esto no es más que efecto de la cocina de la encuesta que supone, por suponer algo, que casi todos los potenciales abstencionistas a la hora de votar votarían al PP (y alguno al PSOE). Esto, más que una verdad estadística, es una apuesta política con base técnica.
¿Cambió algo de septiembre a octubre? Sí. Lo de Bárcenas se ha diluido un poco (de tanto machaque mediático parece que la gente ya pasa) y, sobre todo, el gobierno volvió de vacaciones con una nueva estrategia propagandística basada en el broteverdismo zapateril, es decir, en los mensajes tipo: “Hemos tocado fondo”, “hemos comenzado la recuperación”, etc.
El votante potencial del PP quiere escuchar buenas noticias y recibe esta propaganda como una autojustificación a su voto y a su tendencia ideológica. Si realmente ha comenzado la recuperación, se dicen, es posible que el año y medio que hemos pasado y todo lo hecho haya valido la pena. Encerrados en sus propios buenos deseos, se acepta la comparación con 1996 y se vuelve a creer en el PP como partido serio que arregla la economía. Todo esto es muy lógico y muy normal psicológicamente, tan solo tiene el pequeño problema que está sostenido sobre una nube y sobre la más pura irrealidad. Y por eso es un arma de doble filo. Al gobierno socialista se le acabó la credibilidad cuando los brotes verdes se marchitaron y, en principio, nada indica que aquí no pueda pasar lo mismo. Personalmente creo que el gobierno está siendo muy patoso y está cometiendo el mismo error que Salgado y Zapatero.
Pero lo que más me interesa del caso es lo que subyace de fondo en la propaganda del PP y lo que los ciudadanos han asumido como verdad absoluta. Desde el poder se está vendiendo que la recuperación económica es el único objetivo real y posible, y se comunica abstractamente que esa recuperación es la línea roja real entre el fracaso del gobierno o su éxito. Hay momentos en que parece que ni siquiera el paro importa, pues lo único importante es el crecimiento económico, los objetivos de déficit y el cambio de tendencia en la generación de desempleo. El discurso llega a puntos tan surrealistas que parece como si el hecho de que el paro se estabilice en torno al 26-27% sea para montar una juerga.
Parte de los ciudadanos asumen que sus propias desgracias personales no importan. Tener a tus hijos en paro, que te hayan bajado el sueldo, que te vayan a congelar la pensión por los siglos de los siglos, que se pague más por los medicamentos o que los derechos laborales estén en vías de extinción parece que no importa o que es un peaje a pagar para conseguir el“crecimiento económico” y “la recuperación”. A veces parece como si de la más extrema individualidad postmodernista hubiésemos pasado a una especie de totalitarismo social donde una cifra en dólares o euros justifica los esfuerzos y desgracias de toda la nación.
Al final no importa que haya individualismo extremo desactivador de protestas sociales o colectivismo pseudo-totalitario justificador de objetivos nacionales arbitrariamente seleccionados, todo se mezcla interesadamente en función de una variable básica: El interés del poder, extendido propagandísticamente como interés de la nación.
Hace ya casi un siglo el filósofo y político marxista Antonio Gramsci habló de la hegemonía cultural. La hegemonía cultural era, para Gramsci, esa cultura hegemónica que las clases dominantes han impuesto a la sociedad para defender así sus propios intereses. Los puntos de vista sociales y políticos y las creencias sociales generales son aquellas que interesan a las clases dominantes para mantener su status y situación. Las“clases subordinadas” han sido educadas en esos valores como mecanismo de pervivencia del actual estado de las cosas.
Gramsci hablaba de la hegemonía cultural para explicar y combatir esa fantasía marxista que decía que el capitalismo estaba condenado a desaparecer a manos de una revolución política proletaria. Para los marxistas tradicionales los proletarios, al ser más, acabarían apoyando la revolución porque era lo que objetivamente les convenía, pero Gramsci opuso la hegemonía cultural a esa idea explicando como el proletariado estaba educado en unos valores y concepciones que eran los que le interesaban a la burguesía y que, en base a esas concepciones, asumían el estado burgués y sus intereses como algo“propio” o incluso útil para ellos.
Gramsci hablaba de ideas como “la nación”, o “el crecimiento económico” o la inevitabilidad de ciertas realidades (que hubiese burgueses y proletarios, el sistema capitalista) como parte de esa hegemonía cultural de la burguesía. Esas ideas eran las que había que combatir en primer término antes de cualquier cambio revolucionario.
Yo creo que hay muchas cosas del marxismo que están obsoletas pero las ideas gramscianas de “hegemonía cultural” son plenamente vigentes hoy aunque en una forma ligeramente distinta. Esta idea que he expresado del crecimiento económico por encima de todo es un claro ejemplo de hegemonía cultural y de cómo quienes tienen el poder y dominan el sistema imponen sus ideas. A la gente se le vende que el crecimiento económico beneficia a todos y que es un objetivo “común” de la sociedad, y esto se asume de forma generalizada incluso en contra de los propios intereses. De hecho, en busca de ese crecimiento se justifica cosas como bajar los salarios o las pensiones pero, de forma a veces inverosímil, mucha gente asume este sacrificio por algo abstracto y que no tiene por qué beneficiarles.
Otro ejemplo claro de hegemonía cultural es eso de “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”. Este concepto, creado para extender las responsabilidades de una minoría de dirigentes económicos y políticos sobre toda la sociedad, ha sido benévolamente aceptada por los ciudadanos que han incluso interiorizado que el querer tener una casa o un coche en propiedad era pecado de avaricia. Quien había concedido un millón de créditos riesgosos quedaba así a la misma altura que aquel pobre señor que se compró un piso con un salario mileurista, pareciendo que ambos tenían una responsabilidad de igual grado. Es más, a veces no contentos con esta dispersión equitativa de responsabilidades había quien estrangulaba el argumento diciendo que los señores que hicieron quebrar el sistema financiero no eran responsables de nada porque habían actuado bajo la lógica del sistema capitalista (ganar más y más y más) mientras que los endeudados ciudadanos sí lo eran por consumo irresponsable.
La hegemonía cultural está presente en todos los ámbitos y de forma mucho más sutil. En España, por ejemplo, usamos las cifras de paro como estadística importantísima y casi sagrada. Si ahora mismo todos los trabajadores convirtiesen sus puestos de trabajo a jornada completa en puestos a media jornada, cediendo esa otra media jornada a parados, no sólo es que acabaríamos con el paro en un instante sino que tendríamos que traer a millones de inmigrantes para trabajar. Tendríamos un paro del 0% pero ¿iría el país mejor? Pues no, iría peor, porque entonces casi todos los trabajos estarían por debajo de los ingresos mínimos necesarios y se extendería la pobreza de forma generalizada. ¿Con un 0% de paro iríamos peor? Por supuesto, pero seguro que habría quienes saldrían a brindar delante de las masas por haber acabado con el paro. Esta sacralización de las cifras del paro es hegemonía cultural también.
Nuestro sistema político en España también está sostenido por la hegemonía cultural, en este caso política. El bipartidismo PP-PSOE es“bueno”, “inevitable” y conveniente. Estos partidos y estos bipartidismos con dos partidos que se tocan por el centro se han sacralizado y se han vendido como garantía de estabilidad ante el riesgo de una alternativa radical, populista y destructora.
A los españoles se nos ha enseñado a ser del PP o del PSOE (en algunas comunidades también a ser nacionalistas o no nacionalistas), la hegemonía cultural política nos ha querido insertar en el sistema para convertirlo, así, en inmutable. “El voto útil”, “la casa común” de la izquierda o la derecha, etc. No son más que mecanismos para mantenernos dentro de un redil controlado que beneficia a las élites políticas salidas de la transición. La dualidad aceptable y controlable es parte de la hegemonía cultural de esta época.
Teniendo marcado a sangre y fuego ser del PP o ser del PSOE, ¿tan extraño resulta que la gente quiera votar al PP? La hegemonía cultural económica y la política juegan en la misma dirección y lleva al fortalecimiento del statu quo y la tradición electoral. Si el sistema de partidos español se desmorona es porque ha quedado más que demostrado que el sistema está obsoleto, sus partidos caducados y que necesitamos algo nuevo. Pero, en contra de eso, hay una poderosa fuerza conservadora que lleva a la sociedad a no cambiar, a creerse los mensajes repetidísimos e inverosímiles, a buscar la comodidad en la que hemos sido educados. Es la hegemonía cultural.
Al final tengo la sensación de que nos estamos equivocando en casi todo. Si todavía tenemos una sociedad que aprovecha la mínima ocasión para volver a votar a los de siempre es que tenemos un problema. Si la sociedad sigue asumiendo que lo importante es el crecimiento económico, el déficit público o el parámetro que interese al gobierno de turno o al sistema es que vamos mal. Si la sociedad sigue creyendo que no hay alternativa, que lo único que se puede hacer es atraer a los inversores y beneficiar a las empresas, montar casinos y saraos como política de bienestar, etc. Es que no hemos avanzado casi nada en los últimos 5 años.
Hablamos de frentes de izquierda, de frentes anti-troika o de ideas parecidas pero ¿tenemos objetivamente la base social para que eso vaya a algún sitio? Aquí parece que la cuestión sea sumar partiditos y siglas y que la gente, al verlo, se sumará entusiasmada, pero se equivocan. Esto es parte de ese positivismo marxista infantil con sus teorías de “predeterminación” de la revolución, es un grandísimo error que parece mentira que se esté cometiendo.
Lo primero y lo fundamental es, usando la terminología de la película Matrix, “liberar mentes”. Hay que acabar con esta hegemonía cultural e intentar proponer una nueva, distinta y alternativa. Hay que denunciar y desenmascarar cada una de las mentiras que nos cuentan y paralelamente estructurar bien una alternativa económico-política, ambas cosas se deben hacer a la vez y se debe ser especialmente insistente en este punto. De nada valen mil manifestaciones y huelgas defensivas si no hay un proyecto alternativo al que acogernos.
Pero los primeros que hemos asumido la hegemonía cultural, sin quererlo, hemos sido nosotros. Los líderes de la “izquierda alternativa” se empeñan en usar el lenguaje y los métodos tradicionales que marca el sistema para hacerse aceptables a los ojos de la mayoría, ojos que miran a través de esa hegemonía. Es el camino fácil y corto pero es el equivocado porque creo que es incompatible con el otro. A veces creo que confundimos rupturismo con dogmatismo alternativo cayendo en el segundo sin militar realmente en el primero.
Yo propongo comenzar de nuevo, por frustrante que parezca. Volvamos al principio, al desarrollo teórico, a poner en duda y a rechazar esta hegemonía cultural en todo aquello que no nos parezca bien. Creo que no debemos entrar en los terrenos de debate que nos marcan, que son tramposos y están fabricados con la predeterminación de lo que solo tiene una solución. Salgamos de los debates de falsa dualidad, es decir, no perdamos el tiempo en querer posicionarnos en todo e ir siempre a lo “menos malo”. La mayoría de veces es mejor mostrar la trampa del debate y cómo, dentro del sistema y de las opciones que se nos dan, no hay solución.
Y para ganar la hegemonía cultural es bastante importante no sectarizarse. Vuelvo al otro día y a lo que dije de las nuevas clases sociales que surgen de esta crisis. Cualquier sector en precarización es aliado potencial de nuestro proyecto y mal haremos en separarnos de ellos por clichés antiguos. Hay que ser inclusivos. Tengamos claro contra lo que luchamos (el imperio neoliberal) y los aliados aparecerán fácilmente delante de nuestros ojos. Otra cosa es que sepamos atraerlos y sepamos ver bien qué es lo accesorio y qué es lo fundamental para poder llegar a acuerdos y sumas positivas.
¡Ah! Hay veces que la gente más activista critica a los bloggers que nos dedicamos a escribir pero que, a la hora de la verdad, no nos movilizamos como deberíamos. Bien, pues creo que con este escrito se puede rebatir esta crítica. Luchar contra la hegemonía cultural es un paso primero y necesario para cualquier cambio profundo. Gramsci también decía que aunque todos los hombres eran potencialmente intelectuales no todos actuaban como intelectuales en una sociedad. Creo que escribir en un blog hoy día puede ser actuar como intelectual aunque también puede ser lo contrario, es decir, repetir propaganda acríticamente. Dependerá del contenido.
Si este blog vale para que 200 o 300 personas sean capaces de cuestionar las patrañas que diariamente nos cuenta el poder político y económico yo me doy por satisfecho.
* Pedro Fresco es tuitero y administrador del blog La república heterodoxa.
La compasión del Estado

La compasión del Estado

Ignacio Escolar*

El Periódico de Catalunya

06/10/2013

Enrique Rodríguez Galindo, probablemente el militar más condecorado de la historia de la Guardia Civil, fue condenado a 75 años y seis meses por los secuestros y asesinatos de José Antonio Lasa y José Ignacio Zabala. «Me he limitado a llevar el todo por la patria hasta sus últimas consecuencias», dijo sobre su carrera en 1995, al ascender a general. Su historia penitenciaria y la del resto de los terroristas de los GAL demuestran que tal vez la Justicia es ciega, pero que el Estado sin duda no lo es.

Desde el viernes, Galindo está en libertad condicional, pero hace ya nueve años que dejó la prisión por «motivos de salud». De su condena, solo ha cumplido cuatro años y cuatro meses. Salió de la cárcel en septiembre del 2004; en teoría iba a terminar la pena en su casa «bajo vigilancia policial», pero obtuvo el tercer grado en enero del 2005, a los cuatro meses. Para un preso común, el tercer grado es un gran paso: implica que solo irá a la cárcel para dormir. Pero, si ya duermes en casa, el tercer grado es casi indistinguible de la libertad total. En la práctica, la recién estrenada condicional de Galindo solo implica que ahora podrá trasnochar, dormir fuera de casa y viajar.
Galindo ni siquiera es el condenado por los GAL al que más barato le salió. El exdelegado del Gobierno en el País Vasco José Julián Elgorriaga Goyeneche fue también condenado a 75 años por los asesinatos de Lasa y Zabala. Solo cumplió un año y nueve meses hasta que fue excarcelado por motivos de salud. El sargento Enrique Dorado Villalobos cumplió seis años de 71, igual que el cabo Felipe Bayo Leal. Mejor aún les fue a los condenados por el secuestro de Segundo Marey. Rafael Vera, José Barrionuevo, Julián Sancristobal y Miguel Planchuelo fueron indultados por Aznar cuando el exministro Barrionuevo apenas llevaba tres meses en prisión.

El Estado no solo ha sido generoso y compasivo con los GAL. También con los policías, mossos y guardias civiles condenados por torturas: en España es más fácil encontrar a un torturador indultado que a otro que haya pisado la cárcel. O con los golpistas del 23 F. En 1987, a los seis años del golpe, solo quedaban cuatro condenados entre rejas de los más de cien militares que participaron (la mayoría ni siquiera fue juzgado). En 1988, el Gobierno de Felipe indultó a Alfonso Armada porque padecía una enfermedad cardiaca grave incurable (tan grave que este año ha cumplido 93 años de mala salud de hierro). Y al año siguiente, salió de la cárcel Jaime Milans del Bosch y Ussia cuando solo había cumplido un tercio de la condena y sin mostrar arrepentimiento alguno. «Volvería a hacer lo mismo», dijo antes de dejar la prisión. De todos los golpistas, solo Antonio Tejero, que consiguió el tercer grado en 1993, cumplió más de diez años de prisión.
http://www.elperiodico.com/es/noticias/opinion/compasion-del-estado-2720449

“Nacho” Escolar García es bloguero y periodista y dirige actualmente la publicación electrónica eldiario.es. Fue fundador y primer director del periódico Público.

** Imagen del terrorista Enrique Rodríguez Galindo, exgeneral de la Guardia Civil.

La izquierda y las elecciones europeas

La izquierda y las elecciones europeas

Pablo Iglesias*


05/10/2013

No es un secreto que las elecciones al parlamento europeo generan apatía entre buena parte de la población, y es normal. Al fin y al cabo el parlamento europeo no pinta casi nada en la estructura institucional de la Unión y es la mejor expresión de eso que, eufemísticamente, suele llamarse “déficit democrático” de Europa. ¿Qué es eso del “déficit democrático” europeo? Básicamente que las decisiones políticas que se toman en el marco de la Unión (entre ellas nada menos que la política monetaria) no tienen ningún tipo de respaldo democrático para legitimarse. Otra prueba de lo poco que pinta el europarlamento es que, como en el caso del senado español, los partidos envían allí a jubilarse a sus viejas glorias. Es verdad que la eurocámara no pinta nada pero allí se cobra mejor que en ningún sitio.

¿Entonces por qué hay que dar importancia a las elecciones a un órgano que, en sí mismo, es una burla a la democracia? Pues porque el europarlamento, en su nimiedad, es lo más parecido a una representación simbólica de la voluntad de los ciudadanos europeos. ¿Por qué es importante que exista algo que represente a los ciudadanos europeos como comunidad política? Se lo aclaro ahora mismo.
Si en el Estado español ganara las elecciones una coalición política democrática y patriota, entendiendo por patriotismo la defensa de la mayoría de los ciudadanos, independientemente de la nación con la que se identifiquen (que nadie olvide que España es un país de países con varias identidades nacionales no necesariamente superpuestas, como les gusta decir a los españolistas), debería tomar las siguientes medidas, partiendo de la base de que las políticas de austeridad son un suicidio que sólo beneficia a una minoría de privilegiados.
Habría que abandonar la eurozona y tomar el control de la política monetaria e inmediatamente devaluar para favorecer las exportaciones. Habría que decretar la suspensión del pago de la deuda y comenzar su auditoría y reestructuración a fin de ajustarla a criterios de justicia social y legitimidad. Habría que nacionalizar la banca creando una banca pública que garantizará la inversión y el crédito para las familias y la pequeña y mediana empresa. Al mismo tiempo, habría que establecer inmediatamente sistemas de control para evitar la fuga de capitales (y quizá reformar el código penal para disuadir a los multimillonarios de llevar a cabo comportamientos contra la patria). Para proteger la producción y las condiciones de trabajo dignas, sería necesario también ampliar la titularidad pública a ciertas áreas clave de la economía (la energía, el transporte, los servicios públicos y el resto de sectores estratégicos). Sería crucial también iniciar un proceso de reindustrialización mediante inversión pública apostando por formas de economía verde y alta tecnología, para lo cual habría que adaptar el sistema educativo reforzando el acceso a la educación primaria y secundaria y la calidad de la formación profesional, las universidades y los centros de investigación de alto nivel. Gracias a la inversión podría aumentar la productividad, que iría siempre asociada a los salarios. Sería imprescindible también llevar a cabo una reforma fiscal redistributiva que acabara con el fraude de las grandes fortunas e impusiera una presión mucho más justa sobre los privilegiados; gracias a ello mejoraría la provisión de fondos públicos para la sanidad y la vivienda públicas.
Pero, ¿sería todo eso posible en el marco geográfico del Estado español? Ni de coña; un modelo casi autárquico estaría condenado al fracaso por la presión exterior de los poderes europeos. Por eso es crucial que el proyecto político de los demócratas y los patriotas establezca alianzas en la europeriferia y con los países latinoamericanos. Por eso la campaña electoral de los demócratas y los patriotas debe ser a escala europea mirando a América Latina, donde se ha demostrado que un modelo alternativo al neoliberalismo es posible, viable y bueno para la mayoría de los ciudadanos.
¿Pueden conseguir esa movilización electoral, en perspectiva europea, la izquierda política española y las izquierdas independentistas vasca, catalana y gallega por si solas? Ni de coña. ¿Y si se unen? Tampoco es suficiente. Es necesario que la izquierda se convierta en pueblo para que la indignación social (que sí es mayoritaria) se convierta en una mayoría electoral capaz de plantear un proyecto de refundación de Europa desde el sur. Las elecciones europeas son una buena ocasión para visualizar el proyecto de los demócratas y los patriotas y sus naciones pero para eso es necesario que la gente se crea que a las elecciones se presenta algo más que la izquierda alternativa al PSOE (obligada a pactar luego con el PSOE).
La alternativa “progresista” a lo que he defendido aquí es obvia y la enunciaba con claridad cristalina el otro día la presidenta del gobierno andaluz, que veía posible extrapolar el modelo de Andalucía al resto del Estado. Evidentemente los dirigentes de IU se suicidarían si respondieran condescendientemente a Susana Díaz en estos momentos, pero en su fuero interno saben que los números son los números. Aquí no cuentan los principios sino la aritmética; con un PSOE en torno al 25% y una izquierda política en torno al 15% en las próximas generales (y estamos siendo generosos con ambos, pues bien podría volver a ganar el PP) nuestro país sólo aspirará a una gestión soft de la austeridad que continuará desarrollándose y que no cuestionará el papel periférico de España (sol, playa y mano de obra barata) en la estructura euroalemana. Sin duda un gobierno del PSOE apoyado por IU (con ministros o sin ellos) sería preferible a uno del PP pero da la impresión de que las circunstancias permiten ser más ambiciosos. Las elecciones europeas son una buena ocasión para demostrar el grado de ambición.
http://blogs.publico.es/pablo-iglesias/591/la-izquierda-y-las-elecciones-europeas/

Pablo Iglesias Turrión es profesor de Ciencia Política en la Universidad Complutense de Madrid y director y presentador de las tertulias televisivas La Tuerka CMI y Fort Apache.

La crisis como excusa para una doctrina del shock

La crisis como excusa para una doctrina del shock

– El Gobierno se sirve de la crisis para abordar un tratamiento de choque económico que nos receta descargas eléctricas de forma continuada.

– A pesar de que nos presentan los recortes como inevitables, organismos como el FMI están pendientes de la reacción ciudadana en España.

Olga Rodríguez*

Zona Crítica

01/10/2013

Dice Naomi Klein que la estrategia de la doctrina del shock, ideada por el economista Milton Friedman y puesta en práctica por sus poderosos seguidores -desde presidentes estadounidenses hasta oligarcas rusos, pasando por dictadores del Tercer Mundo, catedráticos de universidad o directores del Fondo Monetario Internacional-, consiste en “esperar a que se produzca una crisis de primer orden o estado de shock, y luego vender al mejor postor los pedazos de la red estatal a los agentes privados mientras los ciudadanos aún se recuperan del trauma, para rápidamente lograr que las “reformas” sean permanentes”. 

El propio Friedman describió así la táctica del capitalismo contemporáneo:

“Solo una crisis -real o percibida- da lugar a un cambio verdadero. Cuando esa crisis tiene lugar, las acciones que se llevan a cabo depende de las ideas que flotan en el ambiente. Creo que ésa ha de ser nuestra función básica: desarrollar alternativas a las políticas existentes, para mantenerlas vivas y activas hasta que lo políticamente imposible se vuelva políticamente inevitable”. 

Chile se convirtió en el primer escenario donde se aplicó la doctrina del shock. Allí la “crisis aprovechable” fue el golpe de Estado de Pinochet y la represión impuesta por él. Aquello allanó el camino para imponer grandes transformaciones económicas en un breve periodo de tiempo. Friedman, que asesoró a Pinochet, predijo que las características de esos cambios económicos provocarían una serie de reacciones psicológicas en la gente que “facilitarían el proceso de ajuste”. A ese proceso lo llamó el “tratamiento de choque” económico. 

En el caso de Irak el shock colectivo lo provocó la invasión, los bombardeos, dentro de una operación denominada precisamente “Conmoción y pavor” ”Shock and awe”– con el objetivo de “controlar la voluntad del adversario, sus percepciones y su comprensión, y literalmente lograr que quede impotente para cualquier acción o reacción”, según los autores del documento de doctrina militar que llevaba el mismo nombre. Tras ello, Paul Bremer decretó privatizaciones masivas en Irak y la liberalización del mercado.
Friedman era ya un anciano cuando se produjo la inundación de Nueva Orleans en 2005, pero también vio en aquello una oportunidad. Y así lo escribió en The Wall Street Journal: “La mayor parte de las escuelas en Nueva Orleans están en ruinas. Esto es una tragedia. También es una oportunidad para emprender una reforma radical del sistema educativo”. 
Dicho y hecho. Tras el huracán Katrina, think tanks y grupos estratégicos se abalanzaron sobre la ciudad estadounidense con el propósito de convertir los colegios de Nueva Orleans en “escuelas chárter”; es decir, escuelas públicas que pasarían a ser gestionadas por instituciones privadas. ¿Os suena?
Aquí en España el escenario del shock no lo provoca un golpe de Estado ni una invasión ilegal con bombardeos masivos, ni una inundación de consecuencias catastróficas, sino la propia crisis económica. Es ella la justificación de la que se sirve el Gobierno -y sobre todo, los poderes económicos y financieros que auspician sus medidas- para abordar un tratamiento de choque económico que nos receta descargas eléctricas de forma continuada hasta provocar un cortocircuito en nuestra capacidad de respuesta o, dicho en palabras de Friedman, reacciones psicológicas que facilitan “el proceso de ajuste”.
Con la excusa de responder contra la crisis, se nos impone más crisis para crear una modificación permanente a través de recortes drásticos en derechos y servicios sociales: Nada volverá a ser lo que era. 
No hay mes en que no nos desayunemos con alguna nueva medida que quiebra aún más nuestra posibilidad de vivir con cierta dignidad y bienestar. No hay tiempo para asimilar. La rapidez con la que se están acometiendo las ‘reformas’ impide una capacidad de reacción continuada ante tantos nuevos frentes. Cuando se denuncia el desagüe por el que se nos esfuma la educación pública, nos comunican nuevos tijeretazos en la sanidad; cuando ponemos empeño en detener desahucios, se reforman las pensiones para devaluarlas. Y así, un largo etcétera. 
Pero incluso en este negro escenario la reacción de la sociedad civil importa, y mucho. Por ello organismos como el Fondo Monetario Internacional están pendientes de la respuesta ciudadana. Cuando en el Egipto de 2008 surgieron grandes protestas en ciudades y fábricas, la preocupación era que estas pudieran “impedir a Mubarak acometer su reforma económica”, consistente en la liberalización del mercado, privatizaciones masivas y recortes de los servicios sociales. 
Ahora que el FMI vigila a España de cerca -con su propio “hombre de negro” destinado en nuestro país para supervisar de cerca el rescate de la banca con nuestro dinero-, es interesante observar qué dice de nosotros. Su informe de agosto destaca que “la situación política parece estable pero la tensión social podría comprometer el esfuerzo de reforma. El gobierno tiene una amplia mayoría, no habrá elecciones generales hasta finales de 2015 y solo se ha enfrentado a disturbios sociales limitados”. Y prosigue:

“Pero el contexto económico ha reducido la popularidad de los dos principales partidos, lo que podría hacer que el apoyo público a nuevas y difíciles reformas fuera más complicado”.
En los despachos del poder se observa con preocupación el descenso de las dos organizaciones políticas que sostienen el bipartidismo y se mide el pulso de la sociedad civil, de la ciudadanía activa. Hasta ahora, los ‘disturbios’ sociales les parecen limitados. ¿Y si crecieran? Probablemente aumentaría la carga de electroshocks, con todo tipo de estrategias: mayor represión, medidas que crean más pobreza, e incluso mecanismos para hacer tambalear, desde dentro, a los grupos organizados. 
Mientras que 2011 fue el año del despertar, de las revueltas árabes, de los indignados, del movimiento Occupy, 2013 podría ser su reverso. Hubo un momento hace dos años en que la calle fue capaz de imponer agenda en el debate público. Pero el poder tomó rápidamente la delantera, y ahora la agenda oficial nos bombardea. Aun así se ha construido tejido social y político con capacidad para responder a determinadas estafas. No es todavía suficiente para evitar el tratamiento de choque. Pero todo suma.
Mientras haya memoria, conciencia y resistencia, se estará abriendo un camino para un futuro diferente al que nos tienen preparado. De momento se está erosionando el monopolio de la verdad. El poder tiene los mecanismos para seguir gobernando contra los intereses de la mayoría. Pero no está siendo capaz de inocular su mentira en la sociedad. Por ahora dispone de impunidad, pero carece de hegemonía moral. Y esto, ya de por sí, simboliza toda una grieta en el tenebroso tratamiento de choque de la doctrina del shock. 
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