Antonio Baños*

20/10/2013
Estoy ahora disfrutando como un enano con Sociofobia, el último libro de César Rendueles. Un título que se atreve a romper el consenso biedermaier sobre las bondades políticas de las nuevas tecnologías. Eso que se llama el optimismo de la ciberpolítica. Valiente y resolutivo. Pero ése es un tema que se puede tratar en otra ocasión. Parte del libro de Rendueles sobrevuela el dificilísimo tema de las nuevas clases populares, su (a)politización y las nuevas miradas que la clase ilustrada lanza sobre las incómodas realidades que nos ha dejado el postbienestar. Y resuena el eco del libro de Owen Jones Chavs: La demonización de la clase obrera (éste y el de Rendueles, editados por Capitán Swing)
En la reseña del libro de Jones que Patricia Tubella firmó para El País, el titular describía ajustadamente la dimensión del asunto: “El pueblo contra el proletariado”. Se trata, resumiendo, de describir cómo el desmantelamiento del proletariado clásico por parte de la ofensiva neoliberal ha dejado una confusión social paralizante. Por un lado, una difusa “clase media” donde se encuentran los viejos proletarios, la gente del trabajo organizado y, por otro, un nuevo lumpenproletariat criado en la precariedad. Lo que Jones llama chavs se podría traducir en España como canis o chonis. Se trata de la última edición de unos tipos humanos que han adoptado múltiples nombres y vestimentas desde los albores de la modernidad según el país: majos, quinquis, scuttlers, greasers, cockneys y apaches parisinos forman parte de esa estirpe. La diferencia es que, por encima, se encontraba un proletariado organizado políticamente del cual muchos de nosotros, hoy plumillas más o menos afortunados, formamos parte.
Muchos crecimos dentro de la sólida cultura obrera. Entre los mártires de Chicago, la huelga de la Canadiense y la aversión al crédito bancario. Crecimos con la conciencia de emancipación de unas clases explotadas y alienadas que tenían en su propia autoorganización la única posibilidad de éxito. Pero hoy, esos mismos sectores explotados consideran de manera muy mayoritaria que el individualismo es el camino. Que la satisfacción se encuentra en el consumo y el lujo en lugar de en la solidaridad y la austeridad. Reproducen discursos reaccionarios y ven más ajenos a sus problemas a las izquierdas que al nuevo populismo xenófobo.
Buena parte de ese panorama es culpa, claro está, de esa nueva izquierda meritocrática que remató la faena iniciada por Reagan y Thatcher. Como dice Rendueles, en su reseña del libro de Jones: “La clase trabajadora es una situación de la que conviene escapar y el programa de la nueva izquierda consiste en tratar de facilitar ese proceso con más eficacia y honestidad que la derecha”.
Ése es el panorama. Y la pregunta a la que no sé dar respuesta es: ¿Cómo se repolitiza a un cani? Porque ya hay gente que se acerca a esas nuevas culturas del hiperconsumo y del patriarcado desde el viejo paternalismo izquierdista del XIX: “Los explotados, el pueblo, son siempre buenos. Ergo el reguetón es una expresión popular emancipatoria aunque mal comprendida por la izquierda caviar de la ciudad”. El otro polo es la nostalgia por el proletariado industrial y el desprecio de estos “nuevos fachas” que se tunean el coche y lucen la estanquera del aguilucho encima del subwoofer.
Ambos caminos parecen inútiles. Yo estoy perplejo. Todos hemos notado en las protestas y huelgas la ausencia significativa de canis y de nuevos inmigrantes. Y vemos cómo frente a la play y a las nike, ni Marx ni Galeano tienen nada que hacer.
Si ellos aceptan el precariado, si no hay una toma de conciencia rápida, las élites los usarán como cemento para consolidar su estado feudal. Pero, ¿qué decir? ¿cómo organizar? ¿alguien me puede decir cómo?
http://www.lamarea.com/2013/10/20/quien-emancipamos/

* Antonio Baños Boncompain es periodista y escritor.

** Dibujo del colectivo Komikelx.

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